26 de febrero de 2009
Espero que hayan disfrutado tanto como yo de esta gran entrevista, ahora continuaremos conociendo los personajes de la tira cómica que nos convoca...
Primera aparición: 19 de enero de 1965.
El humor en torno a Felipe siempre se basa en las jugadas que le hacen sus fantasías e ideas, casi siempre complementadas por ocurrencias de
Rasgos: su cabello es castaño y algo largo; se peina con raya al costado. La cara es alargada, y de su boca sobresalen dos dientes. La vestimenta de él se componen generalmente de un buzo, pantalón largo negro y zapatos. Felipe presenta rasgos de un amigo de Quino, Jorge Timossi.
Objetivo en la vida: cuando sea grande quiere ser un gran ingeniero (está interesado en seguir la misma profesión que su padre).
Octavo fragmento de la entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz a Quino
En Internet circulan estudios pseudocientíficos que aseguran que los niños latinoamericanos que leen Mafalda son, como ella, más propensos a odiar la sopa, hay niñas que se llaman Mafalda en honor a su personaje y una revista la eligió entre las diez argentinas más influyentes del siglo XX… ¿no le parece demasiada responsabilidad?
En absoluto. Para mí, la verdadera responsabilidad reside en tener cada semana una página en blanco en la que puedo decir lo que quiera. Una vez alguien me dijo: ¿te das cuenta de la suerte que tienes, con la cantidad de gente que querría tener una página semanal para decir lo que se le dé la gana? Me entró una especie de vértigo y sí sentí esa responsabilidad, pero en todo lo demás no he tenido nada que ver.
¿Se identifica con alguno de sus personajes?
Me identifico bastante con todos. Para mí, todas las personas que aparecen en una viñeta tienen su relevancia. Lo aprendí de una entrevista con Frank Cappra que hablaba de la importancia de los extras. Cuando rodaba escenas callejeras hablaba uno por uno con cada extra y les decía: usted es una señora que va preocupada a la farmacia para comprar un remedio porque su marido está enfermo, usted es un pintor que va a pintar a un departamento y llega tarde. Cada personaje que aparecía en sus películas, aunque fuera en segundo o tercer plano, tenía una historia. También yo cuando pinto un restaurante me imagino que el señor que está sentado en la mesa de atrás trabaja en un banco y tiene un cuñado que se ha ido a vivir a Venezuela. Eso me gusta mucho, y además me divierte.
Usted ha dicho que el ser humano es el cáncer del planeta, ¿no hay esperanza?
Le pongo sólo un ejemplo: siempre se ha dicho que el Amazonas es el pulmón del planeta, y sin embargo lo están destrozando. Es como si alguien que tuviera cáncer de pulmón no hiciera nada para evitarlo y mucho menos para curarlo. Ya que preocupa a tanta gente que se desmantele el Amazonas, ¿por qué no lo compran… no sé… las Naciones Unidas, y lo protegen? No. Los humanos somos así; seguimos fumando con nuestro cáncer de pulmón, tan contentos. Para mí, la esperanza está en cultivar cierto optimismo histórico. Me identifico mucho con el Nobel portugués de Literatura José Saramago, que siempre ha dicho que el socialismo y la izquierda algún día van a ser revalorizados. Yo también lo creo y siempre comparo la política con la aviación. Tanta gente que durante siglos se mató tratando de volar… primero tuvieron que inventar el motor a explosión, que es pesadísimo…para después volar en ala delta o en parapente. Si Leonardo da Vinci hubiera conocido los materiales livianos que tiene hoy la humanidad, el hombre volaría en ala delta desde el 1400. Lo mismo ocurre cuando uno visita las catacumbas de los cristianos en Roma… ¡qué tipos!, ¡tres siglos en la clandestinidad! ¿qué agrupación política aguantaría hoy tres siglos sin que los infiltren?. Y dos mil años después ahí están, aunque es verdad que han llegado con todo al revés de lo que debería de ser.
¿Dibuja siempre en blanco y negro?
Sí, aunque he tenido que hacer algunas excepciones. La edición francesa de Mafalda es en colores, porque el editor piensa que en Francia si no es en color no se vende. Lo acepté porque Francia bien vale una misa, pero no me gusta. Para mí, Mafalda es en blanco y negro y en general los tebeos me gustan más en blanco y negro, salvo que el color añada algo. Por supuesto, cuando ves las películas de Akira Kurosawa te das cuenta de que el color sí agrega algo. Yo lo utilizo muy poco, sólo cuando hay sangre o cuando se justifica. Tengo una viñeta en la que se ve a un niño que se ha quedado solo en casa y ha pintado una línea que recorre toda la casa, por la escalera, el pasillo, los cuartos. Cuando regresan sus padres los recibe preguntándoles: ¿A qué no saben de qué color es la libertad?
¿De qué color era?
Verde.
1. Charles M. Schulz (1922-2000). Dibujante estadounidense creador de la serie Peanuts, protagonizada por Charlie Brown (Carlitos) y su perro Snoopy.
Séptimo fragmento de la entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz a Quino
Mafalda es todo lo contrario de lo políticamente correcto, ¿le ha causado problemas alguna tira en particular?
Siempre recuerdo un caso relacionado con Cuba, un país que he visitado siete u ocho veces y donde tengo buenos amigos; hay una edición cubana de Mafalda y los dibujos animados basados en la serie se hicieron allí. Pero siempre que voy a La Habana alguien me pide explicaciones por una tira en la que Mafalda está delante de una sopa, que es el plato que más detesta en el mundo, y se pregunta por qué no dirá Fidel Castro que la sopa es buena para que así la prohíban en la Argentina. Es cierto que en aquella época todo lo que tenía que ver con Cuba estaba mal visto en Argentina, sólo que Mafalda dice: “¿Por qué ese cretino de Fidel Castro…?” Y, al margen de Mafalda, en España el diario El País me ha censurado algunas páginas por “negras”, aunque siempre respondo que yo puedo ser negro, pero nunca tanto como la realidad.
Su serie de Mafalda se ha comparado con los Peanuts de Schulz…
Es evidente, porque empecé a hacerla como encargo para promocionar una marca de electrodomésticos y me pidieron que fuera una cosa parecida. Compré todos los libros de Schulz que pude encontrar en Buenos Aires, los estudié y traté de hacer algo parecido pero adaptado a nuestra realidad. La campaña nunca funcionó porque la revista que iba a publicarla se dio cuenta de que era publicidad encubierta, así que volví a guardar las tiras en una carpeta hasta que un año después, en 1964, las rescaté para la revista Primera Plana.
¿Por qué cree que Mafalda continúa editándose y leyéndose casi treinta años después de su desaparición?
Supongo que es porque parte de su mensaje no ha perdido vigencia. La humanidad sigue teniendo muchas asignaturas pendientes. El mundo que existía en 1973 cuando dejé la tira y que Mafalda tanto criticó está igual, si no peor que entonces. Si bien me halaga que se siga leyendo, también es triste pensar que la injusticia social que ella denunciaba sigue existiendo.
¿Por qué dejó de hacer Mafalda contra la opinión de los lectores?
En humor y en el arte en general los temas se agotan. Yo admiraba mucho a Schulz y los Peanuts me gustaban muchísimo. Los leí con entusiasmo durante diez o quince años. Pero me habría gustado ver todo ese humor que él tenía reflejado en otras cosas. Me ocurre lo mismo con el pintor colombiano Fernando Botero; no me parece que deba seguir pintando gorditos toda la vida. En cuanto a mí, después de diez años de Mafalda sufría con cada entrega, me costaba mucho esfuerzo no repetirme. Cuando empecé a dibujar aprendí que cuando uno tapa con la mano la última viñeta de una tira y sabe cuál va a ser el final es que la historieta no funciona. A pesar de que sus libros siguen vendiéndose muchísimo y la gente me la reclama, creo que dejar de hacer Mafalda fue una idea inteligente, no la extraño para nada.
Sin embargo alguna vez ha vuelto a dibujarla...
Sí. El Unicef me encargó dibujos para el décimo aniversario de la Convención de los Derechos del Niño y los hice encantado. También la volví a dibujar para algunos amigos, cuando se cumplieron cinco años del gobierno democrático del presidente Raúl Alfonsín en Argentina o la presté para campañas de salud o de bien público cuando me interesaba el tema. Ahora la uso cuando quiero protestar por algo, es la portavoz de mi bronca. Pero nunca acepté ni acepto dibujarla para campañas de publicidad, ni que se haga ninguna adaptación, sea al teatro o al cine. La única concesión fueron los dibujos animados, porque siguen siendo dibujos.
¿Cómo responde a sus lectores, en especial a los niños, cuando le piden que vuelva Mafalda?
A los niños es fácil responderles. Yo dibujé a Mafalda durante diez años, así que siempre les propongo lo mismo. Imagínate, les digo, hacer todos los días lo mismo desde que naciste hasta el día de hoy, ¿te gustaría? Invariablemente el niño me responde que no. Cuando son adolescentes de 15 o 16 años ya es más difícil y creo que no logro convencer.
25 de febrero de 2009
Sexto fragmento de la entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz a Quino
¿Cuál es el mayor disgusto que le ha dado su profesión?
Sin lugar a dudas, mis mayores disgustos se han producido cuando se han utilizado mis viñetas para cosas opuestas a la razón por la que las hice. En particular, me molesta que se hayan usado mis dibujos en campañas políticas de derecha. Una vez me enviaron de España una pegatina de Guille, el hermano de Mafalda, en la que él llevaba la bandera franquista. Aquello fue como un puño en el estómago, porque nací en una familia que había perdido la Guerra Civil española y todavía hoy lloro cuando veo películas sobre ese tema. También utilizó mis tiras para una campaña política un militar argentino que hasta hace poco era jefe de la policía de Buenos Aires…. Me pregunto si esa gente me leyó y no entendió nada de lo que quería decir o si entendió y justamente quiso desnaturalizarlo. Son cosas que me dejan perplejo, aunque por otra parte es muy difícil evitarlas. Por ahí me entero de que en Venezuela también han usado a Mafalda en determinada campaña, pero no voy a ponerme a buscar un abogado en Caracas porque no terminaría nunca.
¿Siempre ha tenido entera libertad en sus dibujos?
Paradójicamente, durante los gobiernos militares argentinos, es decir casi todos, pues desde que nací sólo he conocido cuatro presidentes elegidos democráticamente, no hubo nunca un ente oficial de censura. Al contrario que en Brasil, donde existía un organismo al que todos los dibujantes de humor tenían que enviar sus dibujos antes de publicarlos, en Argentina eran los secretarios de redacción quienes te trataban de convencer antes de publicar. El problema era que nunca se sabía ni qué ni a quién le molestaba tal cosa, así que uno se autocensuraba. Cuando llegué a Buenos Aires desde mi provincia de Mendoza con una carpetita de dibujos enseguida me enteré de que con la Iglesia no había que meterse, con los militares tampoco, con los homosexuales no se podía hacer nada, sexo poquísimo… Como era joven y quería publicar me ceñía a los temas permitidos. El problema es que al llegar periodos como el actual en los que se puede hacer de todo es muy difícil quitarse esa costumbre casi de autocensura.
Vivió exiliado durante la última dictadura argentina ¿le obligaron a marcharse del país?
Me fui cuando la situación estaba muy mal. Habían desaparecido muchos amigos míos y, cuando iba a entregar un dibujo en la revista en la que publicaba habían puesto una bomba o la habían ametrallado la noche anterior. Con un trabajo como el mío en el que uno puede dibujar en una mesita de un hotel en cualquier sitio era estúpido quedarse. Entre 1976 y el 1979 viví en Italia. Luego empecé a volver poco a poco, a ver cómo estaba el ambiente. Ahora vivo ocho meses en Buenos Aires y el resto en Milán, que es mi base europea. Aunque visito mucho España y Francia.
Y, fuera de Argentina, ¿tuvo que hacer concesiones para publicar sus álbumes en algún lugar?
Algunas sí, pero en general son más bien anecdóticas y divertidas. Hace unos quince años me enteré por casualidad de que Mafalda era muy conocida en China. Me lo dijo una niñita china que me pidió que le firmara un álbum en una feria del libro, en Buenos Aires. Hasta entonces no tenía noticia alguna de que mis libros se hubieran editado allí, así que quedé muy intrigado. Por medio de un amigo, logré saber que eran ediciones piratas que se hacían en Taiwán y de que el editor, como todo buen pirata, era un inglés. Mi agente logró detener aquellas ediciones piratas y recientemente comenzó a hacerse una en la China continental. Hace unos meses estuve allí y pregunté cómo se habían traducido todas las tiras en las que Mafalda habla del “peligro amarillo”. En aquella época se acababa de descubrir que China tenía la bomba atómica; era un problema que preocupaba mucho en Occidente. Me respondieron que todo lo que tiene que ver con China lo habían eliminado, porque consideraban que yo no conocía China como para opinar sobre ella, lo cual me pareció un argumento estupendo. También supe que Susanita, la amiga de Mafalda que sueña con tener muchos hijitos, es considerada casi subversiva debido a la política de planificación familiar
24 de febrero de 2009
Quinto fragmento de la entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz a Quino.
Cuarto fragmento de la entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz a Quino
Yo lo preferiría sin palabras. Pero hay ideas que no se entenderían nunca si no les agregas texto. En humor ocurre un poco como en el cine. Todo Chaplin, por ejemplo, no necesita palabras. Jacques Tati tampoco las necesitaba. Pero Woody Allen, que no hace gags visuales, si no habla pierde toda la gracia.
¿Cuáles son sus temas favoritos?
No creo que haya temas que prefiera, aunque a la larga uno descubre cosas recurrentes en sus dibujos. En mí, la constante es el humor sobre débiles y poderosos, la relación entre el poder y la gente. Crecí en una familia muy politizada, la guerra civil española y el avance del fascismo fueron dramas que marcaron mi infancia; ello me dio un sentido político de la vida que me gusta reproducir en cada uno de mis dibujos. Estimo que las relaciones de poder se dan en todos los ámbitos; un personaje ante un funcionario público, que siempre es el poderoso, o ante un camarero, ante un médico. Me interesan los roles en los que uno siempre está subordinado a lo que opine el otro. También trabajo sobre la vida y la muerte. En ese caso la muerte es el poderoso y los vivos somos los débiles. Me preocupa la vejez como pérdida de libertad, me aterra la idea de tener que depender de otras personas para las cosas más elementales, así que dibujo viejitos de 84 años que quieren tomar una copa de vino y sus nietos se lo prohíben.
¿Hay algún tema que considere tabú?
Cuando empecé, hacía algunos chistes de presos, como todos los dibujantes. Los presos y los náufragos son clásicos del humor universal. Pero cuando en Argentina empezó a haber presos políticos no lo pude volver a abordar, ni podría hacerlo. Creo contraproducente tratar temas tan trágicos como la cárcel y la tortura a través del humor, y aunque se me criticó por ello, nunca pude colaborar con campañas de Amnistía Internacional. Tampoco me gustan las tragedias, como terremotos o catástrofes naturales, aunque creo que es más bien una fobia personal, que no comparten por ejemplo los dibujantes brasileños. Recuerdo que hace años se cayó un avión uruguayo con un equipo de rugby en la Cordillera de los Andes. Los que se salvaron tuvieron que sobrevivir comiéndose a los muertos… una revista de humor brasileña sacó un número entero dedicado a eso, que a priori no tenía ninguna gracia. Y lograron hacer cosas graciosas, de un humor negro terrible, pero divertidas. Y hace poco vi un número de un semanario francés, creo que era el Canard Enchaîné, sobre las violaciones en las cárceles. Es un tema que yo no sabría cómo tratar.
22 de febrero de 2009
Tercer fragmento. Entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz a Quino
21 de febrero de 2009
Segundo fragmento de la entrevista Lucía Iglesias Kuntz, periodista del Correo de la UNESCO a Quino...
¿Cómo definiría su humor?No creo que mis dibujos sean de aquéllos que provocan la carcajada. Se trata más de meter el bisturí que de hacer cosquillas. En realidad no lo busco, me sale así. Me gustaría ser más divertido, pero con la edad uno va perdiendo gracia y se va poniendo más incisivo.Sus libros se han publicado con éxito en Francia, Grecia, Italia, China o Portugal …
¿quiere esto decir que existe un humor universal?Creo que sí. Las connotaciones locales varían por supuesto, sobre todo en el humor político. A uno le cuentan cuentos que sirven tanto para la España de Franco como para la Cuba de Fidel o para los regímenes militares de América Latina. En otro tipo de humor, como el gastronómico, lo que en Argentina hacemos con la carne en Japón se hará con el arroz. He oído que un actor norteamericano se ha enamorado de una forma japonesa de hacer humor. Va a aprender japonés y tratar de exportar ese humor a Estados Unidos aunque un cuento japonés con una tarta de cerezas él lo cuenta con una pizza para que la gente lo entienda. Pero el humor funciona igual.
20 de febrero de 2009
A PARTIR DE HOY VOY A PUBLICAR LOS FRAGMENTOS DE LA ENTREVISTA REALIZADA POR Lucía Iglesias Kuntz, PERIODISTA DEL CORREO DE LA UNESCO A QUINO.
“No creo que el humor pueda modificar nada, pero es el pequeño granito de arena que uno puede aportar para cambiar las cosas”, dice Joaquín Salvador Lavado, Quino, calificado como “el dibujante latinoamericano más importante de este siglo”. Aunque siempre dibujó y siempre quiso ser dibujante, la fama mundial de este argentino, nacido en Mendoza en 1932, comenzó con la serie Mafalda, que refleja el mundo de los adultos visto desde los ojos de los niños. Su protagonista es una niña preguntona, eternamente inconformista y preocupada por la paz mundial cuyos álbumes han sido traducidos a más de veinte idiomas y publicados en diarios y revistas de todo el mundo. Agotado por la exigencia de encontrar semanalmente nuevas ideas, en 1973 Quino decidió dejar de dibujarla para entregarse de lleno al humor que nunca dejó de cultivar: un humor ácido, en blanco y negro y muy detallista, centrado en las relaciones de poder, la desigualdad social, la degradación del planeta, y en suma, como él mismo reconoce, “en temas que no tienen nada de graciosos”.
...LIBERTAD, UNA SOCIALISTA DE CORAZÓN...
El departamento en el que vive es tan pequeño como ella misma, pero con lugar suficiente para una cargada biblioteca y algún afiche de París. Libertad es de familia socialista y siempre está hablando de la revolución, de la clase proletaria y de los problemas del mundo. Su visión no es tan existencialista como la de Mafalda sino que se basa en descontentos con el capitalismo y preferencia hacia el socialismo. Las discusiones con Mafalda suelen desconcertar a la misma Mafalda, por el caracter fuerte y "simple" de Libertad. Es decididamente de izquierda, quizá por herencia genética.
Rasgos: es pequeña, tiene pelo rubio y enrulado y siempre lleva puestos unos aritos redondos.
18 de febrero de 2009
... Mafalda la niña incesante...
Por: Sergio Marelli
Lo importante no es lo que yo piense de Mafalda, sino lo que Mafalda piense de mí", escribió Julio Cortázar. ¿Qué piensa de nosotros Mafalda? ¿Se ha cansado de enrostrarnos sus perplejidades, ella que era tan hábil en obligarnos abandonar la valva del orgullo con sus desconcertantes preguntas? ¿Se ha quedado sin palabras o sin aliento para nombrar y fustigar lo que ahora vivimos? ¿Está ciega de toda esperanza que ya no quiere salir a la calle con sus amigos? ¿Quedó tan lastimada de malos presagios que ya no nos ayuda a convocar la risa?
Desde 1973 no se oye su voz de papel alzándose entre el fuego, la sangre y las miserias de este planeta; pero basta con abrir cualquiera de sus historietas, para encontrarnos, casi al descuido, con esas ocurrencias suyas que enceguecen como el sol sobre las arenas.
Nació como encargo para promocionar una marca de electrodomésticos -ella que detestaba esa sociedad de consumo que apenas si conoció en ciernes-; después, Quino -su autor- ofreció en vano a los diarios hacer una tira con ella. Hasta que un semanario argentino de información y análisis político, Primera Plana, le abrió sus puertas. Allí fue bautizada con el nombre de Mafalda, e inició su camino sin brújula ni hoja de ruta. Se fueron poblando sus alrededores con otros personajes: "Manolito", hijo de almacenero que sueña con ser dueño de una cadena de supermercados; "Felipe", siempre presto a partir en alas de una ensoñación que lo lleve lejos de la escuela; "Miguelito", deslizándose por los altibajos de su autoestima; "Susanita", precozmente adicta al matrimonio y a los sacrosantos mandatos de la vida pequeñoburguesa; "Guille", el hermanito en permanente ebullición; "Libertad", flamígera defensora de los desposeídos, y, por último, los padres de Mafalda, supliciados por la lucidez inquisidora de su hija. Toda esa constelación de seres permite poner en alegre entredicho las verdades consagradas de una época, las "intocables" pautas de una cultura que no eran más que fachada de un mundo en estruendoso derrumbe.
Si bien el lenguaje de la tira es reconociblemente argentino, su aceptación internacional es un fenómeno que no tiene nada de inexplicable. La complicidad entre esa bandada de niños y sus lectores, se da en la medida que refleja el pensamiento vivo de una época, el imaginario de un hombre que tiene que vérselas con la organización social de un mundo que a Mafalda le provocaba casi tanto asco como la sopa. En el prólogo de la primera edición italiana de Mafalda, la contestaria, Umberto Eco escribió: "Mafalda es una verdadera heroína rebelde, que rechaza el mundo tal cual es". Y, agrega: "Ya que nuestros hijos van a convertirse -por mérito nuestro- en otras tantas Mafaldas, será prudente que la tratemos con el respeto que merece un personaje real".
¿Qué piensa de nosotros Mafalda?, preguntábamos al comienzo de la nota. Basta con releer cualquiera de los diez volúmenes de la historieta, para confirmar que su insaciable curiosidad sigue viva aun en estos tiempos que marchan vestidos con el hierro de la indiferencia. Continúa hablando en la decena de idiomas en que ha sido traducida, su puerta de sabiduría sigue abierta para todos aquellos que no se resignan a mirar con los ojos velados por las telarañas de la costumbre. A la atroz banalidad opone su profunda verdad de niña, su pureza que sigue intacta aunque el mundo todo se haya convertido en una suerte de posada del infierno final. Los años pasan y resbalan sobre su piel porque ella es la niñez incesante, la rebeldía en acto de quien no soporta la injusticia ni acepta perder la libertad de espíritu a cambio de una vulgaridad atiborrada de confort. Ella sigue hablando -basta con querer escucharla- y desnuda a toda voz las áureas mentiras de una época de lata. No será nunca una cínica viejita revolviendo el caldo negro de la memoria y espetándonos consejos oportunistas. Jamás hará suya la "adultez" de un mundo que por acumular riquezas paga el precio de su propia aniquilación. Por eso seguimos releyendo con avidez sus andanzas, plenas de gracia, inteligencia e imaginación. Únicas cada vez. Tan nuevas como hace 40 años.
Docente de la Universidad Nacional de La Plata en la cátedra de Filosofía del Derecho.