13 de abril de 2014


"No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.”  _ “los fueguitos” de Eduardo Galeano

La flor rebelde _ María Cano



"María Cano cambió los costureros y los embelecos de sus compañeras de clase social por los versos"....
Alfredo Cardona Tobón




11 diciembre 1980
La flor rebelde
Por Mauricio Archila Neira

LA PIONERA En una época en la que la única función de la mujer era tener hijos y cuidar su hogar, María Cano rompió todos los esquemas y se convirtió en una pionera que luchó por los derechos de los obreros y de las mujeres del país.

La flor rebelde. Recorrió los puertos del Magdalena, los enclaves mineros y bananeros, para difundir su ideario.

Maria Cano sobresale entre las mujeres colombianas del siglo XX, a pesar de haber tenido una figuración pública muy corta a final de los años 20 y comienzos de los 30. Las ha habido con mayor olfato político, o más intelectuales, o mejores poetisas, para no hablar de otras mujeres que se han destacado por rasgos menos nobles. Pero sólo ella logró expresar en tan breve lapso -escasamente un lustro- el potencial de una mujer cuando se rebela.

María de los Angeles Cano Márquez nació en Medellín el 12 de agosto de 1887 en el seno de una familia acomodada mas no rica. Su padre, Rodolfo Cano -familiar de los fundadores de El Espectador- era un típico liberal antioqueño decimonónico: combinaba catolicismo con librepensamiento, a lo que agregaba ciertas dosis de espiritismo. De esta forma María creció en un ambiente de tolerancia religiosa y de cosmopolitismo cultural.

Cuando tenía 23 años sus padres murieron casi en forma simultánea, lo que estrechó la solidaridad entre las tres hermanas Cano Márquez que habitaban por aquel entonces en una central casa en Medellín. Tanto por la actividad literaria de María como especialmente por la labor fotográfica de Carmen Luisa y las sesiones espiritistas de 'La Rura' -apodo con que se conocía a María Ramona Antonia de Jesús- dicha vivienda fue siempre un espacio abierto por el que desfilaron intelectuales, obreros, mujeres de todas las condiciones, muchachos curiosos y uno que otro detective. No faltaban tampoco las visitas de familiares igualmente inquietos por los acontecimientos del mundo y el país, como sus primos Luis Tejada Cano, y Jorge y Tomás Uribe Márquez.

Flor del trabajo

Desde comienzos de los años 20 María Cano se había vinculado a círculos literarios disidentes, en los que se filtraba simpatía por la revolución rusa. Asidua lectora en la Biblioteca Departamental, entró en contacto con el amplio público que allí acudía. Al poco tiempo inició acciones de solidaridad -no muy políticas por cierto- en los barrios pobres de la periferia. Por ello, en 1924 los obreros de Medellín la escogieron como la Flor del Trabajo -una especie de reina de los proletarios pero proyectada a la acción social-.

Con el ánimo de conocer a los trabajadores y empaparse de sus luchas dio origen a sus célebres giras por Antioquia y el país. Paralelamente se relacionó con quienes agitaban las ideas socialistas en nuestro medio, algunos de ellos familiares suyos. En el Tercer Congreso Obrero reunido en Bogotá en noviembre de 1926 ingresó a la directiva del recién creado Partido Socialista Revolucionario (PSR) y se le confirió el título de Flor Nacional del Trabajo al que ella rápidamente le dio un carácter rebelde.

En sus giras nacionales recorrió los puertos del río Magdalena, los enclaves mineros, petroleros y bananeros, así como las principales ciudades que concentraban actividades artesanales e industriales. A pesar de la hostilidad de las fuerzas policiales del régimen conservador y de los prejuicios de la sociedad pacata del momento, logró difundir su ideario revolucionario ante las multitudes que salían a su encuentro. Transformó la inicial actividad literaria en una prolífica labor como productora de textos agitacionales y discursos incendiarios. En ellos María apelaba más al sentimiento que a una fría teoría o a una pesada retórica política.

Con las derrotas del socialismo en la huelga de las bananeras a fines de 1928, en la fallida insurrección de junio del año siguiente y en la pírrica participación en las elecciones presidenciales de inicios de 1930, se impuso la autocrítica en el seno de la organización revolucionaria. María Cano, junto con Tomás Uribe e Ignacio Torres Giraldo -su compañero de luchas en esos años- fueron víctimas de la purga interna. El naciente Partido Comunista los marginó bajo la acusación de "putchistas" y "aventureros". Aunque molesta por esta exclusión, María continuó su labor de educación obrera y de solidaridad con los conflictos laborales, pero con un bajo perfil que mantendría hasta el final de sus días.

Retornó como funcionaria a la Biblioteca Departamental y en apariencia se sumió en una existencia gris de la que salió sólo en momentos coyunturales como ocurrió en los homenajes que se le brindaron en 1945 y 1960. Sus escritos fueron cada vez más esporádicos y no culminó la tarea de publicar sus memorias. La muerte de su hermana Carmen Luisa en 1963 la dejó más huérfana que nunca y, cuatro años después, la acompañó en ese último y definitivo paso.

Una vida, un legado

Más allá de los grandes rasgos de su biografía es necesario abordar el legado de María Cano. Su trascendencia reside en que en pocos años condensó la rebeldía de una mujer socialista de 'clase media'. Fue una triple ruptura con el sector social del que provenía, con el papel femenino que se le exigía cumplir y con las formas de militancia revolucionaria. Son dimensiones tan imbricadas en su vida que es difícil aislarlas.

Si bien su hogar no era lujoso, tampoco era pobre. Aunque es un anacronismo hablar de clases medias en la Colombia de fines del siglo XIX -apenas se constituyen a mediados del XX-, la expresión permite ubicar a sectores urbanos no muy numerosos, pero importantes por la labor intelectual, profesional y burocrática que desempeñaron.

Romper con ese tipo de posición social no era fácil en los años de la hegemonía conservadora (1886-1930). En esa época, más que hoy, ser revolucionario implicaba quedar en la penuria económica, en medio del ostracismo social y al margen de los poderes políticos, académicos y religiosos.

En el caso de María ayudó la herencia radical de sus padres, la inclinación revolucionaria de algunos familiares y, por supuesto, el apoyo que le dieron sus hermanas. Además, en contraste con nuestra época posmoderna, en los años 20 el socialismo era todavía una utopía por construir que atraía a las mentes deseosas de cambio radical. Sin esa motivación María Cano y la generación rebelde que la acompañó difícilmente hubieran aguantado la persecución oficial y sobre todo la indiferencia ciudadana, fruto seguramente de muchos años de restauración teocrática y autoritaria.

Si ser socialista en esos años no fue algo fácil para un hombre, para una mujer era más complicado. Independientemente de su rango social, ella estaba excluida del mundo público. No podía ocupar cargos oficiales, ni participar en elecciones. Tampoco le era permitido estudiar en la universidad y ni siquiera podía disponer de sus dineros a su libre voluntad -cosa que parcialmente se lograría en 1932-. En síntesis, el mundo femenino se circunscribía a la esfera privada del hogar. Su única función era ser sustento de la familia, núcleo de la sociedad según el pensamiento conservador y patriarcal.

Por ello resulta sorprendente que la gran agitadora de una expresión política renovadora haya sido una mujer. Pero, a su vez, es explicable que en una sociedad tan cerrada hubiese sido muy atractiva la rebeldía femenina. Aunque pudo obrar algo de curiosidad en las multitudes que se le acercaron, sin duda la ruptura de María con las imágenes femeninas de su época significó mucho más que un efímero espectáculo. De ahí la preocupación que Alfonso López Pumarejo expresara en carta a un copartidario: "María Cano nos ha colocado a usted y a mí, como a los demás liberales de Colombia (.) en una posición muy desairada. Confesémoslo cándidamente. Nosotros los liberales jamás nos habríamos atrevido a llevar al alma del pueblo la inconformidad con la miseria". (El Tiempo, 26 de abril de 1928).

De ideas propias

Las rupturas de clase y de género justificarían sobradamente la trascendencia histórica de María Cano. Pero hay una tercera que generalmente no se tiene en cuenta y que es central para comprenderla. Se trata de su lucha por ser una mujer socialista con ideas propias en el seno de una organización revolucionaria en gestación. No se puede decir que ella haya sido una disidente, pero tampoco fue una militante normal y normalizada. Esto se debió en gran parte a que era mujer y a que no llegó joven al socialismo. Contaba con 38 años cuando emprendió las giras revolucionarias. Por eso tal vez Tila Uribe, hija de Tomás Uribe, la recuerda como una mujer segura de sí misma.

Dentro del núcleo inicial de socialistas María Cano trató de mantener su forma particular de ver la vida. Mucho se le criticó el tono sentimental y emotivo de sus discursos, y aun su forma de vestir. A todo eso se resistió con el mismo vigor con que denunciaba al establecimiento. Incluso afrontó una soledad afectiva en contraste con las parejas que pululaban en la izquierda. Sin embargo, sucumbió ante la exclusión de la militancia y, sin abandonar sus ideales, se fue encerrando en su mundo interior.

Las tres rebeldías que con coherencia había manejado dejaron de ser públicas. Su vida se asemeja a una vela que por arder rápido se va apagando, pero que alcanza a iluminar a sus contemporáneos y a generaciones posteriores.

Fuente: http://www.semana.com/especiales/articulo/la-flor-rebelde/60093-3

NOTA IMPORTANTE: lea más sobre Marìa Cano en el siguiente enlace: http://historiayregion.blogspot.com/2011_10_30_archive.html

11 de abril de 2014




María Cano




Mesa Planes de Vida y Ordenamiento Territorial_ en el marco de: Foro Social Urbano Alternativo y Popular



RE-PENSAR NUESTRO TERRITORIO.

MEDELLÍN, 2014





¿?




 Modo de producción capitalista: Propio de una comunidad en la que se establece un contrato entre un trabajador y un capitalista, en el que el primero vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario.


Modo de producción feudal: Entre los avances de la época medieval cabe destacar el aumento en el uso de las acequias para el riego de grandes superficies y de los molinos de agua como fuerza motriz (tanto para la harina como para el aceite), extendiendo los cultivos y liberando mano de obra que puede dedicarse a otras tareas más productivas. Además, mejoran los métodos de enganche de los animales, especialmente el caballo y el buey. La cría del ganado de tiro aumenta de manera notable y permitirá disponer de animales en abundancia. También se cría el caballo de combate, que cambiará las prácticas de la guerra en detrimento de la infantería tradicional. Los instrumentos de uso agrícola, generalmente de madera, son sustituidos por otros de hierro, lo que es especialmente útil en las zonas donde la tierra turbosa y muy húmeda era difícil de trabajar. Ahora el arado penetra más, airea la tierra con mayor facilidad y permite la obtención de cosechas en espacios antes baldíos. 

El Alto Clero comienza a disponer de recursos con los que edifica las iglesias, catedrales y palacios episcopales.
Aumenta el número de tierras roturadas y comienza un periodo de eliminación de los bosques, drenaje de las tierras empantanadas, extensión de los terrenos arados lejos de las aldeas y la construcción dispersa de casas campesinas. Las tierras de pastos en las laderas más difíciles de arar y los terrenos de labranza en el resto se hacen comunes en muchas zonas. Este crecimiento de tierra útil es en su mayor parte obra de los propios campesinos (gracias a que tienen más tiempo) y no tanto de los señores (que han ido abandonando el deseo de acrecentar los latifundios). El señor controla muchas veces la venta de materiales y aperos de labranza a sus campesinos, lo que le garantiza un control importante sobre los siervos.


Modo de producción esclavista: Propio de sociedades militarizadas, con fuertes diferencias sociales. Aunque puede existir un fuerte desarrollo intelectual, y algunos individuos pueden amasar grandes fortunas, las técnicas son rudimentarias y tradicionales, basadas en el trabajo de mano de obra esclavizada.



Modo de producción asiático (despotismo hidráulico): Propio de un Estado que controla un recurso único y necesario, causando que muchas aldeas deban tributar a un poder fuertemente centralizado. 



Modo de producción primitivo: Propio de las comunidades poco avanzadas. La propiedad de la tierra sería colectiva, y la distribución de los productos igualitaria. No existe un excedente que permita la creación del comercio con otras comunidades, o la presencia de una clase no trabajadora: la sociedad se organiza en grupos (dedicados a la caza, la pesca y la recolección), pero con ello no se crean capas sociales diferentes.