"¿Cómo se convierte la niña en mujer, si es que lo hace?
Su deseo…es el deseo de un deseo
insatisfecho."[1]
Andando, nadando, viajando,
sonriendo, murmurando, sintiendo, respirando, estudiando, construyendo,
reflexionando, caminando, rodando, liberando, destruyendo, asumiendo,
fotografiando, pintando, dibujando, soñando, amarrando, soltando, vomitando,
levantando, suspirando, transpirando, escalando, buscando, bajando, corriendo,
saltando, madrugando, trasnochando, exprimiendo, viendo, saciando,
investigando, apropiando, desapropiando, eligiendo, equivocando, despeinando,
embelleciendo, enloqueciendo, usando, recreando, creando, creciendo, superando,
cortando, filmando, alucinando, degustando, disfrutando, comiendo, alimentando,
cerrando, abriendo, desapareciendo, apareciendo, desprendiendo, abandonando,
luchando, actuando, pensando, volando… viviendo, muriendo también a cada
instante; pero viviendo para nacer, ya no quiero parir esqueletos llenos de
polvo y gusanos que van oxidando la poca carne que siempre tuve como masa
muscular… viviendo; no vale sobrevivir.
¿La mujer? Se pregunta aún la niña,
sin querer vérselas con el espejo a la mañana siguiente. Piensa, mientras se
lava los dientes: “estoy en grado 11 y ya debo buscarme un oficio, algo para
subsistir” ¿sobrevivir? Se pregunta a regañadientes y al tocar en su bolsillo;
encuentra un objeto metálico de cualquier forma, menos, de superficie plana, con
cara de presidente muy muerto talladita en la medida y con valor desde la
puerta de su casa hasta el mundo exterior, no era una moneda.
¿La mujer? Se pregunta de nuevo la
niña, sale a la calle, recorre todo el centro de su ciudad; toma tres o cuatro
fotos que no se fijó como quedaron; ella estaba paralizada, mirando la histeria
de la calle en la que nunca vivirá; la niña por fin camina; deja de
sorprenderse y se dirige hacia la izquierda, observa una alcantarilla infestada
de podredumbre, llena de ratas polvorientas; pero, hay un ser pequeño que se
esconde, es un niño que se droga; la niña se sorprende de nuevo, busca un vaso
de agua que le quite lo mareada; va y vuelve a ver al niño que la mira sin
esperanza; la niña se recorre y no halla respuesta a la pregunta que le retumba
en la mente ¿La mujer? Y la otra… ¿sobrevivir?
“Se pregunta la niña por la mujer, la
sociedad le exige a la niña ser mujer”. Eso, escribió en el cuaderno de ética
la niña y sigue la conversación con sus compañeras de clase; estábamos todas,
lo juro muchachas, no fue un sueño; la profe tulita nos dijo que debíamos
llegar vírgenes al matrimonio; Tomasita es la otra profesora que nos angustia,
nos dijo que éramos las mamás de pasado mañana ¿Entonces mañana quedaríamos
aquí para nosotras y pronto estaremos disponibles solo para cuidar de otros
seres? Y la niña se pregunta ¿matrimonio? ¿Un hijo, dos hijos, tres abortos, un
marido, rulos, un simple oficio… Sin emoción? Y desanimada grita… “¡DIABLOS,
SIN MÍ!”. Olvidemos el tema muchachas, no vale la pena, aún somos niñas para
comportarnos como la sociedad de los “machos” dicta. ¿Educan mujeres o hacen
madres las maestras nuestras?
¿La mujer, sobrevivir, el matrimonio,
la maternidad, ama de casa? Se pregunta la niña, está vez. Es de noche, peina
su cabello y piensa en el descabellado chiste de la clase de sociales del día
anterior; “a Anita no le gustó el chiste”; especulaba, “seguro que se sintió
aludida con eso de entregarse eternamente a un amor idílico; ella piensa
siempre en Pablito, dice que la hace sentir conforme, seguro sintió que la
cuestionaban porque dice que se muere si Pablito se va. Anita sueña con
sobrevivir; ser secretaria y dedicarse a sus hijos hasta que Pablito pueda
mantener la casa, ese día dejará de trabajar en la empresa que la contrate como
secretaria y luego, para el resto de su vida planea ser ama de casa, lavar,
planchar, fregar el piso, tomar el té con dos amigas entre las cuales nunca
estaré, jugar a la canasta con sus dos amigas, cuidar los niños; envejecer, si
algo extraordinario no se lo impide y morir; por lo menos de secretaria le
pagaban y de pronto hasta alcanzaba eso de los jubilados. Eso que quiere Anita,
eso es sobrevivir… ¡DIABLOS, Y SIN ELLA, SE VA A EXILIAR DE SU MENTE Y SU
CUERPO!” Piensa la niña, sin dejar de peinar su hermosa cabellera negra y
larga, así como la de las mujeres que muestran en las revistas de mujeres…”Y
¿si Pablito abandonara a Anita?” Piensa la niña, terminando de peinar su
cabellera, como de mujeres de propaganda publicitaria que muestran en los
comerciales para venderles algún producto de “belleza” a las mujeres.
¿La mujer? Dice la niña; ahora va por
el parque de los salvajes, mira como todos son huraños y no hablan más que
entre ellos; pero eso es una simple máscara para resguardarse… “esos salvajes
del parque, se me hacen extraños, “posee” cada uno tres mujeres para saciar la
ansiedad que suelen producir en ellos las drogas que los vuelve sonámbulos”…
¿La mujer? Dice en voz alta, muy alta de verdad; los salvajes voltean y miran
sus ojos llorosos sin decir nada; la niña se marcha al colegio con cara de
quien se confunde y no alcanza a pensar en su tarea de ciencias sociales…
- “Ahora sí, entiendo menos que
antes… ¿la mujer?”…
La niña se sienta a las 6:00 Am en
los alrededores de la “cárcel” y sabiamente con paciencia, espera a que se
abran las puertas para salir corriendo hacia la piscina e ir a la casita del
teatro. Se decide seriamente a pensar en su tarea de ciencias sociales, se
obliga a pensar; pero es inútil, no comprende que rol podría tener una niña
como ella en una sociedad como esta.
El timbre interrumpe su rumia. Ella,
va a su salón de clases, luego de tres minutos de estar en el horrendo salón de
clases, llega la algarabía de las chicas compañeras; en ese momento le parecía
horrible tener que estar allí encerrada, no le permite pensar en su tarea y su
tarea no le aprueba pensar en otra cosa que en la mujer… la mujer la pone a
pensar en ella misma y ella, no sabe que pensar sobre ella; la niña, tiene cara
como de quien anda buscando un sola respuesta para el millar de preguntas que
surgen en su cabeza. Mientras tanto; el profesor escribe en el tablero de
clase: “Mayo 15 de 2006, tema: avance “rol descalzo” evaluación:
consideraciones escritas sobre el rol descal…” niiiiiiiiiik; de repente, se
quiebra la tiza, se deshace en las manos del intrépido profesor que la ha
puesto en el gran aprieto de pensarse y buscarse un rol que va a desempeñar en
la sociedad… La niña piensa en inventarse cualquier cuento, algo así como que
se decide a ejercer de enfermera, aun odiando el olor a sangre; esto, solo para
salir de la tarea… La niña, piensa que le quedará imposible escribir en 15
minutos un cuento salido del realismo mágico, lleno de mariposas venidas de
macondo o no importan de dónde; pero necesita un cuento, no un cuento chino…
Esos, ya se los sabe todos el profesor. La niña, sale como espectro que se fuga
del demonio; entra al baño, lava su rostro, y se da cuenta que no es una
pesadilla; no ha reflexionado su deber escolar y eso que la niña, nunca falta
con un trabajo académico.
Son esos salvajes del parque que no
me han dejado pensar… dice la niña; no sé, pero también es Anita, sobrevivir,
el matrimonio, la maternidad, la posibilidad de ser ama de casa. Replica a
solas, mirándose en el espejo del baño de un colegio que al final de año
desaparecerá para su vida… piensa silenciosamente, se dirige de nuevo a la
fatal clase sin trabajo realizado. Seguro el de los chistes me va a poner cero;
y yo pensando que ya casi me disparan para allá, al exterior. En esta enorme
prisión, me gusta estar, me siento segura. Sigue caminando silenciosa por el
largo corredor, mira cada sombra que encuentra en su camino, solo las mira, no
puede ver nada de verdad… ¿la mujer, pensar en mi mujer, en yo mujer… mujer…
mujer… yo ni siquiera puedo ver? Dice murmurando entre sus dientes; no como
cantando una pregunta, sino como preguntando una canción recién inventada por
ella y para ella, de esas que no ganan Grammy, las que apaciguan polillas…
Llega al salón espeluznante, donde no
puede pensar en nada de lo que se diga allí, porque está pensando en todo lo
que con su corta estadía había visto allá, en el lugar que Anita se conoció con
Pablito y se embruteció, donde estaban los salvajes, las bestias; allá, donde
la ley es sobrevivir y la generación presente se prostituye de mil formas; pero
eso no importa a los ojos de nadie.
“Al final, esas mismas momias que
tratan de semejar a lo que se conoce como mujer; lo logran, se parecen
demasiado y me confunden; en algunos soplos, pienso que son mujeres de verdad;
terminan siendo madres de hijos sin amor, mal tratadoras ahora no de sí mismas;
de un hijo, dos hijos, cinco abortos; a los que sin importar el desamor tirado
todas las mañanas en un huevo frito pero frío; les hace un festín en su
bautizo, otro en su primera comunión, también agasajan juntos los cumpleaños y
al final, sino ha muerto cuando su hijo sucumba, hará una gran tragedia mezclada
con drama, para darle una despedida digna de un hijo amado ¿ LA MUJER?”...
Indivisibles los presentes; miran a la niña; como si les recordara a una
ansiosa gata buscando en su cabeza algo para inventarse ante el chistoso y
sarcástico profesor de los escenarios de la sociedad entera; que el norte, el
sur, el oriente, occidente; el educador imprudente, se acerca a la niña y dice:
hola niña… llega niña, llega niña, llegallegallegallegallegallega… ¡NIÑA! Ella
interrumpe con apuro y dice: “la niña llegó y piensa que: allí miraba y allá
veía”… ¿Me entiende profesor? Con asombro y confusión, nadie prestó atención,
el profesor no respondió y la niña silenció.
Rebota de su extenuante jornada
académica; con precaución, diría ella; pero realmente juguetea: ¡muerta del
miedo! Sigue sin desviarse del recorrido diario en la ciudad de siempre, está
vez su camino está lleno de payasos; está en un gran carnaval de colores
enigmáticos… ¿La mujer? Pregunta a la vez que ve una payasa que no sonríe, la
sigue con la mirada, siente que su rostro la representa; la payasa tiene una
lágrima que corre su maquillaje de acto. La niña la sigue, la hostiga, la
observa pero la payasa huye a la multitud pintoresca y desaparece.
La niña, abre los ojos; el frenazo
del bus que vale mil quinientos pesos, casi la tira hasta la registradora para
avizorarle que ya está por llegar a casa; entonces la payasa no existe, ni el
circo –carnaval; todo se ha ido en un sueño, ese valió mil quinientos… Ojalá
las pesadillas no sean tan caras, me gustaría que las pesadillas fueran gratis
para las niñas. Dice con voz débil, mientras se baja del aparato gigante que se
derrite en sus ojos y el conductor acelerado, le ruega que no demore en bajar;
“como si fuera incuestionable lo que miro, como si el bus en realidad fuera a
derretirse como yo”. Piensa la niña, con su pie aferrado al piso…
Los salvajes son los culpables de
todo… ¿cómo pueden tener tantas musas, los duendes nocturnos que nada saben de
mujeres, sólo son musas esas momias que se plantan la noche entera con ellos?
No; es culpa de la idea absurda del profesor terco que quiere avisarme que mi
vida en unos meses cambiaría radicalmente, sería bueno evadir el tema; de nuevo
piensa en el cuento que va a inventar… Pero se detiene por fin y con una
seguridad absoluta frente a su espejo; mira su hermosa cabellera y luego se
fija en su rostro, es igual al rostro de la payasa que bailaba triste en el
carnaval…
¡Qué sueño tan caro! Voltea a la
derecha, se dirige a su ventana; es precisamente el atardecer, o después del
atardecer. Toma dos fotografías a través del vidrio, no se fija nunca como
quedan sus fotografías, tampoco sabe para qué van a servirle, simplemente las
toma… Se dirige a su escritorio y pesca una pequeña agenda; luego recoge del
piso un marcador, decide dejar de nuevo la libreta sobre el escritorio y se
dirige a la ventana para escribir lo que se sobrevenga en la pared del lado…
Corre la cortina y comienza a escribir:
-“El atardecer… y la ciudad de los
colores; la tarde, una payasa, colores, colores, colores… Muchas texturas
también; sombras a la hora del atardecer; el sol ya no está, hace algunos
minutos permanecía ahogándome de luz; el ensombrecer, la ciudad lo debe hacer
sentir muy orgulloso; es el único con el poder de hacerlo; pero, es como si
alguien bajara el telón, no hay nadie; el sol, el circo de mil colores y la
niña observando desde su ventana… Sería triste, ser una marioneta, querer
dejarse manejar y que el telón se baje y no haya luz… La payasa, por eso seguro
estuvo triste ésta tarde, no había luz en mi sueño. El sol se fue después de
ahogarme de fosforescencia; y yo quedé aquí impregnándome de noche, con esta
cabellera y este rostro de niña de atardeceres y sueños tardíos como sus
pensamientos; esos sueños caros y sin raíces fuertes para sostenerse en el
mundo concreto… Las ideas, ya no llegan; preguntas sin respuestas me acosan.
Debo ser mujer y ahora solo me
alcanza el presupuesto para una quimera carísima; en el bus, a pesar de pagar
de contado no me alcanzó para ponerle luz a mi sueño, consumiendo soñadas… Si
se enterara mi madre me diría: ‘esos gustos tan caros solo son para los que
piensan que la vida es fácil, un sueño por mil quinientos…. Jummm…. Para mañana
ni lo piense, no alcanza el presupuesto para esos placeres’… Y yo que nunca he
pensado que la vida es fácil, ojalá lo rumiara a veces; seguro así me pondría
en el escritorio a hacer la tarea para el chistoso de humor refinado…”
¿La tarea? Es para mañana, aún no he
inventado un cuento para el de los chistes…dice la niña; dejando su marcador y
con preocupación, intenta escribir en su libreta… “El rol, el rol…” No pasa de
dos sílabas, es increíble… Piensa… Soy una analfabeta, cualquiera podría
inventarse un cuento y presentar la tarea para ciencias sociales, es un deber
del colegio debería ser algo sencillo para mí que soy número uno en hacer las
tareas más complicadas de física y química… Eso de las formulas es muy fácil,
ojalá la vida fuera un caso de factorización, me gustaría usar trigonometría para
decirle al de las ciencias sociales que todo está fríamente calculado en mi
vida, que nadie podría desequilibrar un triángulo equilátero como yo, también
le podría calcular la pendiente de mis sentimientos, explicarle mis sueños a
partir de una ecuación, mostrarle las estadísticas perfectamente controladas
por mi cerebro para que todo salga como la probabilidad lo diga, si la vida me
pareciera cálculo, sería muy fácil de explicar mi rol…
¿Yo mujer? ¿La mujer? ¿Mi mujer?...
mujer… mujer… mujer… dice la niña de la cabellera resplandeciente; está
hablando dormida… “Mi rol como mujer en la sociedad: querido profesor, no quise
inventar un cuento para decirle que quería ser una mujer que no quiero ser;
enfermera, secretaria, ama de casa, ingeniera, médica, veterinaria, prostituta,
madre, esposa, hermana, amiga; en éste momento presente no entiendo el rol de
las mujeres que veo en la calle; esto no es un trabajo académico, usted puede
ponerme 0; pero yo no puedo mentirle, prefiero tener 0, es una carta para usted;
tal vez, pueda hablar conmigo para que me explique lo que es una mujer; yo
realmente no entiendo, he tratado de pensar una y mil veces en la tarea donde
debo expresar qué rol me gustaría desempeñar como mujer en la sociedad de hoy;
se lo aseguro, hasta escribí en un muro, pero tampoco funcionó, no pude hallar
una, en ninguna parte; ni siquiera pagando mil quinientos por un sueño pude
topar con una sola Mujer real.
A mí, me parece que se están haciendo
las de la vista gorda ante sí mismas, profesor me preocupa pensar que la mujer
aún no existe; yo vi momias, sombras, fantasmas; casi todas tienen el mismo
oficio que mi madre, les debe parecer divertidísimo el plan de seguir jugando a
las muñecas, a mí ya me aburrió eso de andar inmovilizándome en otros; hay
otras mujeres que se mantienen con los salvajes de ese parque que queda a dos
cuadras del colegio ¿Lo ha visto usted también? Yo no pude entender porque
ellas son tan zombis como los salvajes. Anita por su parte parece atontada por
Pablito; la niña del cuarto piso de mi edificio le cuento que, decidió irse de
monja, hay una reina de belleza en mi barrio; una dama con cara de pudor y de
“buen físico”, trabaja en uno de esos chat eróticos que hay en la internet, lo
sé porque se lo comentó a don Beto el señor de la tienda, lo escuché un día que
compraba algo de chocolate, disponiéndome a obligarme escribir ese cuento que
me formulaba a inventar para engañarlo y sobre todo para falsearme unas alas.
Además le acuso a las profesoras
Tulita y Tomasita porque por culpa de ellas estoy aterrorizada. Me dijeron que
una mujer debía ser mamá y que eso tenía que ser para pasado mañana; también,
aseguran que por mandato divino debería la mujer reprimir su deseo sexual hasta
casarse, pero a mí no me gusta esa idea del matrimonio. Determinan a la mujer a
asumir el rol de madre, mientras sé que hay compañeras en el salón que abortan
porque nunca nos hablaron en el colegio de sexo, de planificar, menos de
autoestima; tampoco nos enseñaron a soñar gratis, la gratuidad solo está
permitida para las pesadillas. Mi madre me dice que soñar sale caro y que eso
es para gente que quiere vivir fácil, la abuela tampoco contó ninguna historia
valiente que me hiciera sentir orgullosa de mi condición de mujer.
Yo creo que la payasa, no disfrutaba
del carnaval gigantesco en el que andaba sumergida; también vi profesor, como
el atardecer caía sobre ésta enorme carpa de circo de mil colores. Yo quería
realismo mágico para el cuento que me iba a inventar diciendo que me gusta ver
sangre, enterrar agujas a los pacientes que serían mis víctimas y que esperaría
siempre con la misma pasión a la próxima víctima, me iba a pintar de enfermera,
pero no armoniza, eso tampoco es realismo mágico; no pude, aunque ya sabe que
tengo grandes capacidades literarias y podría sostener la mentira hasta el fin
de año; así, acorralada por el gran circo, seguro si pensaría en serio lo de
asumir un rol en la sociedad, no pasó justamente de esa manera porque no pude
mentirme a mí misma con mariposas de Macondo, ni con libélulas de Mompox.
Créame profesor que yo lo intenté, mil veces quise escribir. No me siento una
mujer, si una mujer es lo que veo todos los días en las calles de este circo,
no quiero embrutecerme, someterme, maltratar mi cuerpo, no tener el carácter
suficiente para decir la verdad, me niego A NO SER yo misma la que camine las
avenidas encontradas… Profesor, si pregunta por mi profesión universitaria, yo
podría decirle que mi deseo es creador, podría desempeñarme en el campo opuesto
al de la beligerancia y la destrucción; prometo desde el silencio hacerle la
guerra a la guerra; las imágenes, las historias bien contadas, las figuras
literarias en mis noches de rayuela, las flores del mal, Así
habló Zaratustra, obra negra y todos mis acompañantes silenciosos. En fin,
puedo hacer tantas cosas con un cupo en la universidad; como también, podría no
hacer nada con un cupo en la universidad… El deseo, en eso pienso profesor y yo
deseo vivir como mujer, no como momia, puta, bruta, madre simplemente madre,
esposa simplemente musa triste y vacía… A mí me gustan las mujeres querendonas
con ellas mismas; a mí me gustan las mujeres que conjugan los verbos y se
divierten por ello, siempre terminan pensando y haciendo, mirando y viendo ¿Me
entiende profesor?
Puede ponerme cinco veces cero en su
planilla, por esta carta que le envío desde mis sueños eso ya no me importa;
porque no pude comprender el papel de las damas, las hembras, las putas, las
mártires madres desfiguradas por sus hijos y por su verdugo, las momias, los
fantasmas… ¿LA MUJER? Ese rol, ese rol… el rol, el rol… ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiing!
Sonó mi reloj profesor y no pude responder la pregunta, pero seguiré pensando;
en 30 años tal vez tenga mi respuesta, necesito tiempo para conjugar los
verbos; mientras tenga escenario y mi telón no se baje para dejarme en la
oscuridad, seguirá el personaje sobre las tablas del escenario que él elija;
nada puede ser definitivo y tajante para una persona como yo, seguramente voy a
actuar en muchos lugares diferentes…
La idea es… conjugar verbos; pero
sabe, antes de que vuelva a castañetear mi reloj despertador; voy a contarle
algo más; sólo con la esperanza de que usted escuche mi sueño y me apueste un
cero menos en su planilla de profesor”… Ésta vez, medio dormida; la niña,
continúa hablando, al borde de la realidad, como si estuviera segura de poder
revolverla, desbaratarla, derrumbarla, encapuchar los bártulos del mundo. Sin
pensar en Anita, ni en las profesoras que acongojan mujeres. La niña habló por
diez minutos más; ésta vez, no apaleaba a la voz tenue del monologo soñado y
dijo valientemente… “Me gusta estar sobre el camino, las montañas, las flores,
el agua; los árboles son mi debilidad, moras del campo de mi infancia, yo misma
sobre la madre que resiste resistiendo a cada instante la lluvia… ¿LA MUJER?
Profesor ¿Recuerda que le conté de mi infancia en un pueblecito? Allá vi volar
una mariposa que no era de macondo; García Márquez no podría llegar a
describirla, era morada, azul, roja, verde, naranja, con rayas verdes en sus
alas. Las mujeres son así profesor, de mil colores como esa mariposa. Y ni
Márquez, ni Borges, ni Benedetti, ni Schopenhauer, ni Bukowski, tampoco
Nietzsche, ni siquiera Cortázar o Allan Poe; ningún hombre, ninguno profesor
nos ha dicho nada que se parezca a la mariposa de mil colores que volaba en la
tarde pueblerina de sábado festivo…
La mariposa; va viviendo, volando,
viendo y mirando. Su vuelo, es su vida; corta o larga, esa es su vida; un vuelo
fugaz pero eterno; pues nunca esa misma mariposa volverá a nacer con los mismos
colores, ésa que volaba aquel sábado en la tarde y se posaba en mis ropajes
cínicos; nunca más se posará en ningún atardecer de sábado pueblerino,
terminará su vuelo donde liquide sus alas; un solo día le basta a la mariposa,
para ser ella misma en su belleza, conjuga verbos desde que es oruga y con
paciencia espera su vuelo de un día para hacerse eterna en el recuerdo de una
mujer… Profesor, el olvido no exilia la memoria de una mujer, cuando una
mariposa de vuelo fugaz se le posa en los remiendos, la mujer no olvida los
colores de la mariposa que le enseñó lo que es una mujer.
Escojo entonces, en este sueño no
hablar de las mujeres que vi en el circo pobre y ambicioso que somos; allá
afuera donde yo veo, no he contemplado ni una mariposa del mil colores, sólo me
vendieron un sueño incomprensible por mil quinientos pesos; vi putas, ladronas,
hembras, damas, viejas, brujas, fantasmas, a Anita, a Tulia, a Tomasita, a
Susanita también la vi un día, vi ancianas beatas revoltosas del caldo de la
memoria para martirizar en la mañana, vi de todo profesor, hasta un niño sin
esperanza”… ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinggg! Suena el reloj; la niña se levanta
acosada por el tiempo que hoy no es de ella, hoy no puede volar… ¡A los deberes
polilla! Va camino a sus tablas, el teatro la espera para que sostenga su
personaje hasta el final. Deambula en el bus con sus compañeros de acto, pero
ninguno se percata que ella es igual a todos, también tiene máscara… La niña,
anda alarmada y no puede pensar en otra cosa que en los sueños gratuitos de la
noche; era increíble, por fin algo que no era una pesadilla estaba gratis en el
mercado de las utopías; ésta vez no solo había luz en su sueños sino también;
colores, mariposas de colores, respuestas, más preguntas que respuestas pero
por lo menos ya había visto a una mujer de verdad, aunque no se parecía a lo
que llamaba mujer en el circo.
El salón de clase; aterrorizante,
pero ya no como antes… Todas mostraban sus tareas, las comentaban y se sentían
orgullosas de querer ser médicas, enfermeras, secretarias exitosas,
acompañantes de extranjeros por sus viajes de amor en el sur, otras se hicieron
madres sin abuchear a las locas de Tulita y Tomasita, todas fueron mujeres del
circo en sus vanidosos escritos, todas hablaron de dinero, de carros, de casa,
de hijos y sobre todo, de esposos; todas, excepto la niña… Ella, callada en su
rincón; pensaba en la mariposa del espejismo gratuito, la mariposa y la
plenitud de su vuelo, la belleza de sus colores, la humildad para descansarse
en sus andrajos y el olor de la tarde de su revoloteo… Todas son llamadas a
lista por el profesor quien pone 3 ó 2.5 en su planilla, exterminando el
entusiasmo de la camada de “mujeres”… Todas, menos la niña… Ella se para y alza
la voz; desgarrando su silencio y cortando el fandango de histeria de las
futuras profesionales; habla con voz de mariposa valiente, como quien sale de
la caverna entusiasmado por el sol. Se dirige a ellas y su audiencia; ahora se
queda muda, absorta y paralizada, escucha con curiosidad todo el pelotón: “yo
tengo cuatro ceros en su planilla profesor, no me importa; pero ya sabe que no
pude comprender su pedido de deber escolar; definitivamente, pienso que me
falta conjugar más verbos para comprender de qué se trata ser mujer, la verdad
sólo vi una en un sueño con luz… ¡Ah! Y le cuento que fue gratuito, ¡no le
parece increíble, hace rato que no había oferta especial! Esa mujer, parecía
mariposa, no venía del río magdalena profesor, le aseguro que era de mil
colores y volaba como si se fuera a acabar su tiempo, parecía ebria de
felicidad, estaba plena, realmente era bella, volaba sola y sus colores
hicieron que yo comprendiera lo que es una mujer… Además; me enseñó profesor
que”…Se calla un momento y saca un libro de su morral; la audiencia mira con
pavor el libro, como si no quisieran jamás tocar uno así de rechoncho como ese.
La niña continúa la presentación de su tarea improvisada y sin advertir el
desengaño de la aglomeración; comienza a hablar más fuerte que antes, diciendo:
mire lo que me dijo ella profesor… “El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros
acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en
narrativa. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: “No hay
nada más que ver”, sabía que no era así. El fin del viaje es simplemente el
comienzo de otro”[2]… Y eso que su vuelo solo duró un día… El profesor sonreía,
como de encanto, tenía el rostro en una sola palabra; las futuras “mujeres”
competitivas de su campo profesional, estaban aún, en un silencio absorbente…
El profesor, por fin terminó su sonrisa para hablarle a la niña y transformó su
rostro en un instante para decir: “Una mujer, no necesita escribir un cuento
con estilo prestado, el realismo mágico no te queda, estás lejos de macondo y
nunca las mariposas de ensueño vuelan hasta tu pueblo; además, esas son
inventadas, no creas en los cuentos falsos. Realmente entiendo que no hayas
visto mujeres en las calles, tal vez como tú dices, todavía no existe la mujer;
claro que debe haber más de una mariposa de vuelo pleno y colores bellos, debes
ir de nuevo a tus campos, volver a pisar tu infancia; no olvides la humildad de
la mariposa que se posó en tus remiendos, sabía que tu madre los había hecho
con cariño; las mujeres también pueden ser madres, lo grave es que la sociedad
se los imponga con la angustia; no escuches entonces a Tomasita y a Tulita,
escucha tus alas y cuando se aviven para volar, disfruta tu viaje y descansa
donde quieras; sigue buscando ofertas especiales en los idílicos sueños de SER…
¿LA MUJER? Mujer a tu modo simplemente, libre al compás de tu vuelo de
mariposa… leí la carta que escribiste para disculparte por no haber hecho tu
tarea, estuve en tu sueño gratuito; sé, que fue lleno de luz y colores;
escuché, tus demostraciones matutinas para explicarme que no fue posible
mentir…El final, los diez minutos siguientes a la epístola soñada para
justificación… Ese, es tu rol descalzo… Mujer”
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[1] Jaqueline Rose. "DORA’-fragment of an analysis”. 1987 pág 18.
[2] JOSÉ SARAMAGO, viaje a Portugal.
Alfaguara, 1981.