9 de abril de 2012

Gaitán



9 de Abril: la misteriosa madeja del destino. La muerte de este hombre altera mi vida. Cuando lo mataron, yo ni siquiera había nacido a una conciencia de ser. Era el fruto bastardo de unas bodas entre la ignorancia y una ideología fetichista fundada sobre el mito y la mala fe, que lo único que tenían de bueno era la inocencia en que se inspiraban.
Yo contaba entonces 16 años y tanto el pensamiento como la vida me eran frutos prohibidos. Lo poco que sabía entonces se me había enseñado partiendo de una moral basada en el terror al infierno. Quizá Gaitán había sido arrojado del altar de mi familia como un camarada del demonio, pues sólo hasta ese viernes de 1948 oí por primera vez mencionar su nombre: Habían asesinado a un caudillo en Bogotá. ¡Se llamaba Jorge Eliécer Gaitán! Y la radio empezó a tronar los ecos fatídicos de una revolución tardía y frustrada cuyos himnos eran de muerte.
La belleza de la revolución se revolcaba en el lodo de la demencia y el crimen: el aborto era bautizado por el diablo. Esa tarde, la Revolución se resbaló y cayó en el infierno de la violencia. Después supe porqué. Aquella tarde no lo comprendí. Mi padre nos encerró en un cuarto oscuro y nos rezó como siempre que había tormenta: “Aplaca Señor Tu Ira, Tu Justicia y Tu Rigor...”. Y también: “Señor Dios de los Ejércitos, llenos están los Cielos y la Tierra de la Majestad de Vuestra Gloria...”. Para mí esas oraciones eran el fin del mundo, el diluvio y la guerra. Yo rezaba y lloraba de espanto al mismo tiempo.
Cuando después me gaitanicé, o sea me hice revolucionario y ya no rezaba de miedo a los relámpagos ni al granizo, comprendí que el drama de aquel viernes de dolores no era sólo el de un líder sacrificado, sino el drama de millones de hombres, el drama de todo el continente suramericano.
Porque Gaitán tenía la talla de un héroe y de un profeta. En ese espíritu ardía la llama mística del hombre predestinado a la liberación de un pueblo: el hombre que era reclamado desde el fondo del dolor y la desesperación popular. Pues él era un Poeta del Poder. Nunca antes hubo otro más grande en las repúblicas americanas como no fuera aquel que las fundó con su soplo de libertad, del que heredó el fuego sagrado.
El lo habría cambiado todo en Colombia con su hermosa Revolución, pues tenía la visión y el sentido heroico del Poder. Yo sé que los poetas no se entregan sino a la verdad que encarnan, a la verdad de amor a sus ideas. Y mueren por ellas si tienen que morir. Por eso precisamente son poetas. Porque la verdad es su fin, y su gloria. En esto Gaitán se diferencia de todos los políticos colombianos. Estos toman la política como un fin. Lo que para Gaitán era sólo un medio para realizar los grandes ideales de su pueblo: su glorioso Destino.
Lo que teníamos que esperar de él era su gran fe en el destino de Colombia a través de su Revolución política, que al mismo tiempo era una revolución moral.
Con su muerte, a la que advino una feroz tiranía de plebeyos y reaccionarios capitalistas, Colombia ingresó o fue arrojada a la oscuridad del infierno por las brechas abiertas de la violencia oficial. Esa horripilante tarde de Abril Colombia perdió su camino y perdió históricamente el privilegio de haber guiado los destinos de Suramérica y sus revoluciones nacionalistas, inspiradas en la nuestra.
Pues el pensamiento de Gaitán distaba de los extremos ominosos de los imperialistas para definirse en un nacionalismo orgulloso y soberano integrado con las fuentes vivas del pueblo y la nación. Gaitán no buscaba la tierra prometida ni lejos ni fuera de Colombia. Todos sabemos que la tierra prometida es la tierra que amamos, la nuestra, la que cada día santificamos con el amor y la creación, la que también se llama Patria cuando somos dignos de ella: Esa de la que estamos desterrados hace ya largos años, en la que vivimos cautivos y muertos, a la que estamos atados por una cadena interminable de opresión, dolor, disolución y miseria.
Quiero añadir que Gaitán, en su fervor nacionalista, habría ajustado la nación a una síntesis creadora sin lo malo de los imperialismos, y con lo mejor de ellos integrado a la esencia del ser colombiano.
Todos los que en aquella época tenían derecho al uso de la esperanza —ya que el de la razón estaba custodiado por las armas— esperaban de Gaitán la conquista del Poder, que habría significado para Colombia la conquista de su Destino. Pero ese Destino fue abatido a la vez que su vida, en el umbral de poder.
¿Por qué dije antes que la muerte de Gaitán influyó en mi vida de una manera tremenda? Afirmo que la muerte de ese hombre es “responsable” de lo que soy yo. Pues ni en la vida de los hombres ni en la de los pueblos sucede nada por azar. Las fuerzas históricas son determinantes, son causas “racionales” a las que no puede escapar nuestro destino.
Si Gaitán no hubiera muerto, yo no sería hoy Gonzalo Arango. ¿Quién o qué sería? No lo sé. No juego a la nostalgia ni a la profecía. Pero sí tengo la certeza de que si Gaitán viviera, el Nadaísmo nunca habría existido en Colombia. Entonces, ¿dónde estaríamos y qué estaríamos haciendo los escritores nuevos? Es casi seguro que hoy estaríamos al lado de Gaitán, con Gaitán a la carga, defendiendo sus banderas revolucionarias. No hipotecando nuestro arte a la política ni al Poder, sino dignificándolo y haciéndolo libre en el aire puro de la vida y de la Revolución del pueblo. (No pueblo como masa amorfa y borracha, sino como conciencia de vida, amor solidario y pasión creadora de su propio destino histórico).
Hoy nos hace falta en Colombia para vivir y crear el aire jubiloso de la Revolución. Nos ahogamos en la podredumbre que hoy ahoga a Colombia; nos asfixiamos en su rara atmósfera de sacristía y de tumba; estamos secos en este desierto de la vida y del alma colombianas. Estamos estériles por falta de un verdadero amor a Colombia. Somos intelectuales amargos, beatos, derrotistas, indiferentes y sofisticados. Nos hemos vuelto inmunes a la alegría y al dolor de la Patria. Los escritores nuevos hemos desterrado esta palabra de nuestro lenguaje, sentimos vergüenza al evocarla o al mencionarla. Escribimos y vivimos en el exilio de la imaginación; exploradores estéticos de la nada y el vacío. hace muchos años que los artistas no nos acostamos con la Patria. Haría falta una verdadera posesión carnal con ella que revitalizara nuestro espíritu y lo hiciera florecer. Quiero decir un coito verdadero y espléndido. No basta el amor platónico ni la piedad. Tales amores conducen al onanismo y a la impotencia, a veces también al convento y al suicidio.
Lo que necesitamos es una verdadera revolcada física sobre la sufrida y bendita tierra de Colombia, bajo sus cielos azules y el sol que nos queme y dé sentido a nuestra vida y a nuestros tristes pensamientos abstractos de cloaca e invernadero.
Fuego que purifique con su vida y con su luz. No la que guía hoy los destinos de Colombia que parece la luz de un cirio de sacristía o de velorio, ésa no resplandece: chisporrotea, huele a sebo y amancebamiento del Poder con los poderosos del Templo.
Gaitán habría encendido otra llama en el Poder: ¡La de Prometeo! Porque no sólo era un gran caudillo sino un gran poeta. No porque hiciera versos sino porque su palabra era el fuego de la vida, de la creación, del amor y de la esperanza del hombre. Su ademán era una invitación al canto y a la alegría de vivir. Hoy 9 de Abril siento que nos hace falta el poeta Gaitán para cantar la belleza del mundo y el orgullo de tener una Patria nuestra, creada por nuestro amor y para nuestro amor.
Con él, los intelectuales no seríamos hoy esta plebe de sicópatas ambulatorios que no sabemos qué hacer con el poder de la palabra, como no sea degradarla en el desprecio, la calumnia, el derrotismo, el conformismo y la autodestrucción. Por eso erramos sin destino por el desierto de Colombia, oscilando entre la indiferencia y la nada: porque no hay ninguna fuerza viva que nos apasione, que seduzca nuestro espíritu a la acción militante, y nos libre de esta inercia oprimente que se parece a la muerte del alma.
Salgo a la calle. Tengo la ilusión de encontrar una fiesta de muchedumbres, de esas mismas que una vez deliraron con la magia profética de la Revolución gaitanista. Pero no hay fiesta en la ciudad. Todo lo que veo son fusiles, soldados, perros y caballos alimentados con el pan de los pobres y los perseguidos.
Veo también un pueblo muerto de miedo y hambre que se emborracha en las tabernas, que se envilece para recordar aquel 9 de Abril y para olvidar que hubo una vez —como en los cuentos fantásticos— en que pudo de verdad ¡Ser un pueblo!
Y veo por último tres coronas ajadas, las que cada aniversario deposita el pueblo sobre la tumba de sus ilusiones.
Porque Gaitán fue asesinado yo soy Nadaísta. Y mi protesta la dedico a su memoria, y a la promesa viva de su Revolución.
Gonzalo Arango
Fuente:
Obra negra. Santa Fe de Bogotá, Plaza & Janés, primera edición en Colombia, abril de 1993.




3 comentarios:

karla vanessa ayarza ospina dijo...

Karla Vanessa Ayarza Ospina 11CQ2

Definitivamente con la muerte de Gaitán Colombia se introdujo en un hoyo negro. Si Gaitán no hubiera muerto los colombianos y colombianas no estaríamos inmersos en una política decadente, que perdió su sentido y que empobrece cada vez más al ser humano, a sus compatriotas colombianos.
Hoy nos hace falta en Colombia un ser revolucionario que luche por nuestros derechos, convicciones, y por vehemencias fatídicas que agobian nuestro trasegar cotidiano. Si Gaitán viviera yo no seria una colombiana que trata de cavar y cavar para buscar la luz del verdadero conocimiento y asumir una posición crítica de Colombia y el mundo. Ya que no contamos lastimosamente con una educación que nos eduque; sino que hay que ´´ educar a la educación´´ como hace alusión William Ospina en el documento la escuela de la noche.
Finalmente no nos podemos quedar en el pasado, si Gaitán viviera; sí Colombia fuera otro pero no lo es así. Ahora nos toca tomar como ejemplo el espíritu revolucionario de Gaitán para enterarnos sobre lo que pasa en Colombia y tratar de incidir en ella como alguna vez lo trato de hacer Gaitán, por lo anterior hay que enterar a las personas sobre ´´ el maravilloso estado´´ que tenemos´´ y la declinación en la que nos tiene sumergidos.

Tatiana Osma 11Cq2 dijo...

Gaitán era una persona que se interesaba por el pueblo o eso me han dicho desde que soy pequeña, no había nacido en aquella época en la que él estaba en su apogeo, dándole a Colombia la esperanza de un futuro mejor, Una persona que como dicen muchos hubiese podido cambiar a Colombia, yo por mi parte digo que él nunca hubiese podido hacerlo solo , cambiar un país no es algo que una sola persona pueda hacer, aunque esta persona acompañada por una minoría de gente, Gaitán esta por dar un gran primer paso pero aún faltaba demasiado por recorrer y luchar…Un país se cambia si todos ponemos parte en el cambio, además no solo se necesitan ganas y un buen líder también se necesita tener buena memoria para no cometer aquellos errores del pasado y los colombianos carecemos de esa habilidad a proporciones inimaginables aunque este hombre con su muerte hizo algo casi imposible : marcó la memoria de los colombianos …La muerte de Gaitán fue un golpe duro para la historia de Colombia, el pueblo perdió en gran parte aquella esperanza de salir de la costumbre (es decir la corrupción y la violencia absoluta), pero una vez más los que se encuentran en el alto mando no aceptaron la idea de un cambio y he ahí el motivo de la muerte del Galán del pueblo, el Galán que hubiese podido mejorar un poco a Colombia ; lo que me trae a la mente el documento “elogio a la dificultad” de Estanislao Zuleta, puesto que al enfrentarse a un alguien que no iba acorde a sus ideales, solo decidieron acabar con él y por ende con la esperanza del país, ahorrándose así tiempo y fuerzas para aguantar una lucha, una revolución, para “evitarse dolores de cabeza”, “alteración del orden” y sobretodo conciencia en los colombianos. Soy joven y desde mi postura lamento que este gran espíritu revolucionario haya caído a manos de la política… su lucha me inspira ganas de salir adelante y crecer… he de decir que Jorge Eliecer Gaitán fue un verdadero líder y una huella imborrable en Colombia.

Unknown dijo...

Isabel Cristina Moreno Gómez
Desde mi punto de vista, Gaitán fue uno de los mayores exponentes que influyeron en la libertad de la patria Colombiana; debido a su gran lucha por defender los derechos del pueblo. De esta manera logro una mayor credibilidad para ser elegido como presidente del Partido Liberal a la Presidencia de la República Colombiana; así como dice Victoria Camps en el manual de civismo “Nuestro discurso en el que permite, deberás, discrepar y negar la opinión y aun la autoridad o el poder de los demás, sin ejercer violencia alguna” tras la muerte de Gaitán transcurrieron sucesos violentos, debido a que el pueblo se sintió amenazado sin tener a un líder como este que defendiera sus derechos; pero en realidad Gaitán no los ínsito a tomar estas medidas, sino que fue decisión de ellos mismos.
Es increíble como una líder político puede influir tanto en el pensamiento de todo un pueblo para el bien y no para el mal, o con engaños como lo hacen actualmente en Colombia; por esto es que hay tantas batallas del pueblo con el gobierno, pues ellos no buscan nuestro bien sino tener más poder sobre nosotros; Victoria Camps en el manual de civismo dice “El conflicto surge de la mera escasez de recursos, no pocas veces, de forma pacífica”. No siempre se utiliza los recursos de manera adecuada, explotando así los bienes comunes, generando conflictos en el país.
La violencia que hubo el 9 de abril de 1948 no fue la mejor reacción que pudo tener el pueblo pues “Casos que nos demuestran que los ideales más extremos pueden alcanzarse a través de la virtud cívica” como dice victoria en el manual del civismo, uno de estos fueron los hippies que su gran ideal fue plantado a través del amor y la paz, aplicando el civismo para un bien común como lo hacía Gaitán en sus tiempos, como líder en Bogotá y Colombia.
En conclusión, Gaitán influyo mucho en nuestro país, defendiendo por encima de él mismo, los derechos humanos; de esta manera utilizo la cívica en sus ideales políticos y logrando su objetivo.