Y de anónima, en este lugar de siempre;
Tildando palabras que son gritos silenciosos y deliciosos.
No hay nada en este caos,
Que me haga sentir este flamante soplo de delirio;
Con el que me siento casi consolada,
O me de, la absoluta risotada perpetúa
Para estar y ser en éste segundo eterno y muerto.
Escribir se me hace fácil,
Porque me dan unas ganas incontrolables de hacerlo,
Pero en esencia estas letras impuestas;
Pueden estar coartando estos gritos de silencio,
Los que me acontecen de lápiz en lapicero,
De papel en pergamino.
Porque son letras ajenas,
A La historia de la cultura de ésta comarca fracturada.
Nuestro devenir como pueblo,
Hasta 1492 estaba hecho por líneas de viento,
Resonancias naturales;
Señales de los dioses sol y agua;
Muy incomparables a estos trazos con los que hoy chillo LETRAS.
Nuestras ancestrales y agonizantes lenguas,
Son la historia de nuestra cultura;
Las nuevas y las viejas generaciones,
De estos toscos territorios que invadimos hoy,
Nunca fuimos por esos ecos de pachamama.
Saldamos nuestra historia,
Gracias a la pericia del inglés de la internet,
El que se traduce en cinco segundos;
Muy “populacho” y muy patrón a la vez;
Nos limitamos con este castellano,
Español “Real” artificial;
Nos quedamos sin identidad,
Sin ecos que nos defiendan.
Hoy, por esto;
Somos despensa y no pueblo.
La América se hunde en este lado sur,
Cada día más usado e infecundo;
Sin reparar que el colonialismo es mental;
Y fundamentalmente, la comunicación;
Marcha gracias a procesos cerebrales automáticos,
Que nos están castrando cada día;
Nos quedamos sin retorno a nosotros mismos.
Silvia P