12 de septiembre de 2013

Por: Fernando Vallejo (escritor colombiano residente en México)


A los muchachos de Colombia, muchachitos de Colombia, ustedes han tenido la mala suerte de nacer, y en el país más loco del planeta. No le sigan la corriente, no se dejen arrastrar por su locura. Pues sí bien la locura ayuda a sobrellevar la carga de la vida también puede sumarse a la desdicha. El cielo y la felicidad no existen, esos son cuentos de sus papás para justificar el crimen de haberlos traído a este mundo, lo que existe es la realidad, la dura realidad, este matadero al que venimos a morir, cuando no es que a matar y a comernos de paso a los animales, nuestro prójimo.

En consecuencia, no se reproduzcan, no hagan con otros lo que hicieron con ustedes, no paguen en la misma moneda, el mal con el mal, que imponer la vida es el crimen máximo, dejen tranquilo al que no existe, ni está pidiendo venir en la paz de la nada. Total, es a esa, a la que tenemos que volver todos. ¿Para qué entonces tanto rodeo? La patria que les cupo en suerte, que nos cupo en suerte, es un país en banca rota en desbandada, unas pobres ruinas de lo poco que antes fue, miles de secuestrados, miles y miles de asesinados, millones de desempleados, millones de exiliados, millones de desplazados, el campo en ruinas, la industria en ruinas, la justicia en ruinas, el porvenir cerrado, eso es lo que les tocó a ustedes, los compadezco, les fue peor que a mí. 

Y como yo que un día me tuve que ir, y justo por eso hoy les estoy hablando, vivo, lo que parece, probablemente también se tenga que ir ustedes, pero ya no los van a recibir en ninguna parte, porque en ninguna parte nos necesitan, ni nos quieren. Un pasaporte colombiano en un aeropuerto internacional, causa terror ¿Quién será? ¿A qué vendrá? ¿Qué traerá? ¿Coca? ¿Vendrá a quedarse? No, no venimos a este mundo a quedarnos, vinimos a pasar como el viento y morir, a veces ese viento al pasar hace estragos y tiene nombre: se llama Pablo Escobar, se llama Miguel Rodríguez Orejuela, se llama Carlos Castaño, se llama "Tirofijo", se llama Gaviria, se llama Samper, se llama Pastrana. Aprendan mientras se van a ponerle nombre propio a la infamia.

 Cuando yo nací, me encontré con una guerra entre conservadores y liberales que arrasó con el campo y mató a millares. Hoy la guerra sigue aunque cambió de actores, es de todo contra todos y ya nadie sabe quien fue él que mató a quien, ni sabe, ni le importa, ni lo piensa averiguar ¿Porqué, para qué? Para qué si a ningún asesino lo van a castigar en el país de la impunidad. Sí nuestro primer mandatario va en peregrinación a los llanos a abrazar a nuestro primer delincuente, como diciéndoles con iniquidad ese abrazo: maten roben, extorsionen, destruyan, secuestren, pero eso sí, háganlo a cabalidad para que se queden con lo queda de Colombia. 

Yo he vivido la desesperada, se me hace que a ustedes les va a tocar igual. Yo un día me tuve que ir sin quererlo y se me hace que a ustedes les va a tocar irse igual. El destino de los colombianos de hoy es irnos, claro, si antes no nos matan. Pues los que se alcancen a ir, no sueñen con que se han ido, porque a donde quiera que vayan, Colombia los seguirá, los seguirá, como me ha seguido a mí, día a día, noche a noche a donde he ido con su locura; algún momento de dicha efímera vivido aquí, e irrepetible en otras partes, los va a acompañar hasta la muerte.

Por:  Fernando Vallejo

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