31 de diciembre de 2011

Humo al humo

Las mamás también sueñan

Pobre mamá y pobre papá¡¡¡¡

Los Simpsons - 1x02 - Bart, el genio

Mafalda - Primer Día de Clases (I)

Mafalda - Manolito va a la escuela (II)

Mafalda 'dichosas las moscas'

Mafalda va a la Escuela examenes.avi

Mafalda ¿Que será de Guille cuando crezca?

Mafalda 'como te fue '

Malditos números

custionamientos al aprendizaje conductista en los simpson

Mafalda va a la Escuela

26 de diciembre de 2011

¡SE BUSCA ROL DESCALZO!





"¿Cómo se convierte la niña en mujer, si es que lo hace?
Su deseo…es el deseo de un deseo insatisfecho."[1]

Andando, nadando, viajando, sonriendo, murmurando, sintiendo, respirando, estudiando, construyendo, reflexionando, caminando, rodando, liberando, destruyendo, asumiendo, fotografiando, pintando, dibujando, soñando, amarrando, soltando, vomitando, levantando, suspirando, transpirando, escalando, buscando, bajando, corriendo, saltando, madrugando, trasnochando, exprimiendo, viendo, saciando, investigando, apropiando, desapropiando, eligiendo, equivocando, despeinando, embelleciendo, enloqueciendo, usando, recreando, creando, creciendo, superando, cortando, filmando, alucinando, degustando, disfrutando, comiendo, alimentando, cerrando, abriendo, desapareciendo, apareciendo, desprendiendo, abandonando, luchando, actuando, pensando, volando… viviendo, muriendo también a cada instante; pero viviendo para nacer, ya no quiero parir esqueletos llenos de polvo y gusanos que van oxidando la poca carne que siempre tuve como masa muscular… viviendo; no vale sobrevivir.
¿La mujer? Se pregunta aún la niña, sin querer vérselas con el espejo a la mañana siguiente. Piensa, mientras se lava los dientes: “estoy en grado 11 y ya debo buscarme un oficio, algo para subsistir” ¿sobrevivir? Se pregunta a regañadientes y al tocar en su bolsillo; encuentra un objeto metálico de cualquier forma, menos, de superficie plana, con cara de presidente muy muerto talladita en la medida y con valor desde la puerta de su casa hasta el mundo exterior, no era una moneda.
¿La mujer? Se pregunta de nuevo la niña, sale a la calle, recorre todo el centro de su ciudad; toma tres o cuatro fotos que no se fijó como quedaron; ella estaba paralizada, mirando la histeria de la calle en la que nunca vivirá; la niña por fin camina; deja de sorprenderse y se dirige hacia la izquierda, observa una alcantarilla infestada de podredumbre, llena de ratas polvorientas; pero, hay un ser pequeño que se esconde, es un niño que se droga; la niña se sorprende de nuevo, busca un vaso de agua que le quite lo mareada; va y vuelve a ver al niño que la mira sin esperanza; la niña se recorre y no halla respuesta a la pregunta que le retumba en la mente ¿La mujer? Y la otra… ¿sobrevivir?
“Se pregunta la niña por la mujer, la sociedad le exige a la niña ser mujer”. Eso, escribió en el cuaderno de ética la niña y sigue la conversación con sus compañeras de clase; estábamos todas, lo juro muchachas, no fue un sueño; la profe tulita nos dijo que debíamos llegar vírgenes al matrimonio; Tomasita es la otra profesora que nos angustia, nos dijo que éramos las mamás de pasado mañana ¿Entonces mañana quedaríamos aquí para nosotras y pronto estaremos disponibles solo para cuidar de otros seres? Y la niña se pregunta ¿matrimonio? ¿Un hijo, dos hijos, tres abortos, un marido, rulos, un simple oficio… Sin emoción? Y desanimada grita… “¡DIABLOS, SIN MÍ!”. Olvidemos el tema muchachas, no vale la pena, aún somos niñas para comportarnos como la sociedad de los “machos” dicta. ¿Educan mujeres o hacen madres las maestras nuestras?
¿La mujer, sobrevivir, el matrimonio, la maternidad, ama de casa? Se pregunta la niña, está vez. Es de noche, peina su cabello y piensa en el descabellado chiste de la clase de sociales del día anterior; “a Anita no le gustó el chiste”; especulaba, “seguro que se sintió aludida con eso de entregarse eternamente a un amor idílico; ella piensa siempre en Pablito, dice que la hace sentir conforme, seguro sintió que la cuestionaban porque dice que se muere si Pablito se va. Anita sueña con sobrevivir; ser secretaria y dedicarse a sus hijos cuando Pablito pueda mantener la casa, ese día dejará de trabajar en la empresa que la contrate como secretaria y luego, para el resto de su vida planea ser ama de casa, lavar, planchar, fregar el piso, tomar el té con dos amigas entre las cuales nunca estaré, jugar a la canasta con sus dos amigas, cuidar los niños; envejecer, si algo extraordinario no se lo impide y morir; por lo menos de secretaria le pagaban y de pronto hasta alcanzaba eso de los jubilados. Eso que quiere Anita, eso es sobrevivir… ¡DIABLOS, Y SIN ELLA, SE VA A EXILIAR DE SU MENTE Y SU CUERPO!” Piensa la niña, sin dejar de peinar su hermosa cabellera negra y larga, así como la de las mujeres que muestran en las revistas de mujeres…”Y ¿si Pablito abandonara a Anita?” Piensa la niña, terminando de peinar su cabellera, como de mujeres de propaganda publicitaria que muestran en los comerciales para venderles algún producto de “belleza” a las mujeres.
¿La mujer? Dice la niña; ahora va por el parque de los salvajes, mira como todos son huraños y no hablan más que entre ellos; pero eso es una simple máscara para resguardarse… “esos salvajes del parque, se me hacen extraños, “posee” cada uno tres mujeres para saciar la ansiedad que suelen producir en ellos las drogas que los vuelve sonámbulos”… ¿La mujer? Dice en voz alta, muy alta de verdad; los salvajes voltean y miran sus ojos llorosos sin decir nada; la niña se marcha al colegio con cara de quien se confunde y no alcanza a pensar en su tarea de ciencias sociales…
- “Ahora sí, entiendo menos que antes… ¿la mujer?”…
La niña se sienta a las 6:00 Am en los alrededores de la “cárcel” y sabiamente con paciencia, espera a que se abran las puertas para salir corriendo hacia la piscina e ir a la casita del teatro. Se decide seriamente a pensar en su tarea de ciencias sociales, se obliga a pensar; pero es inútil, no comprende que rol podría tener una niña como ella en una sociedad como esta.
El timbre interrumpe su rumia. Ella, va a su salón de clases, luego de tres minutos de estar en el horrendo salón de clases, llega la algarabía de las chicas compañeras; en ese momento le parecía horrible tener que estar allí encerrada, no le permite pensar en su tarea y su tarea no le aprueba pensar en otra cosa que en la mujer… la mujer la pone a pensar en ella misma y ella, no sabe que pensar sobre ella; la niña, tiene cara como de quien anda buscando un sola respuesta para el millar de preguntas que surgen en su cabeza. Mientras tanto; el profesor escribe en el tablero de clase: “Mayo 15 de 2006, tema: avance “rol descalzo” evaluación: consideraciones escritas sobre el rol descal…” niiiiiiiiiik; de repente, se quiebra la tiza, se deshace en las manos del intrépido profesor que la ha puesto en el gran aprieto de pensarse y buscarse un rol que va a desempeñar en la sociedad… La niña piensa en inventarse cualquier cuento, algo así como que se decide a ejercer de enfermera, aun odiando el olor a sangre; esto, solo para salir de la tarea… La niña, piensa que le quedará imposible escribir en 15 minutos un cuento salido del realismo mágico, lleno de mariposas venidas de macondo o no importan de dónde; pero necesita un cuento, no un cuento chino… Esos, ya se los sabe todos el profesor. La niña, sale como espectro que se fuga del demonio; entra al baño, lava su rostro, y se da cuenta que no es una pesadilla; no ha reflexionado su deber escolar y eso que la niña, nunca falta con un trabajo académico.
Son esos salvajes del parque que no me han dejado pensar… dice la niña; no sé, pero también es Anita, sobrevivir, el matrimonio, la maternidad, la posibilidad de ser ama de casa. Replica a solas, mirándose en el espejo del baño de un colegio que al final de año desaparecerá para su vida… piensa silenciosamente, se dirige de nuevo a la fatal clase sin trabajo realizado. Seguro el de los chistes me va a poner cero; y yo pensando que ya casi me disparan para allá, al exterior. En esta enorme prisión, me gusta estar, me siento segura. Sigue caminando silenciosa por el largo corredor, mira cada sombra que encuentra en su camino, solo las mira, no puede ver nada de verdad… ¿la mujer, pensar en mi mujer, en yo mujer… mujer… mujer… yo ni siquiera puedo ver? Dice murmurando entre sus dientes; no como cantando una pregunta, sino como preguntando una canción recién inventada por ella y para ella, de esas que no ganan Grammy, las que apaciguan polillas…
Llega al salón espeluznante, donde no puede pensar en nada de lo que se diga allí, porque está pensando en todo lo que con su corta estadía había visto allá, en el lugar que Anita se conoció con Pablito y se embruteció, donde estaban los salvajes, las bestias; allá, donde la ley es sobrevivir y la generación presente se prostituye de mil formas; pero eso no importa a los ojos de nadie.
“Al final, esas mismas momias que tratan de semejar a lo que se conoce como mujer; lo logran, se parecen demasiado y me confunden; en algunos soplos, pienso que son mujeres de verdad; terminan siendo madres de hijos sin amor, mal tratadoras ahora no de sí mismas; de un hijo, dos hijos, cinco abortos; a los que sin importar el desamor tirado todas las mañanas en un huevo frito pero frío; les hace un festín en su bautizo, otro en su primera comunión, también agasajan juntos los cumpleaños y al final, sino ha muerto cuando su hijo sucumba, hará una gran tragedia mezclada con drama, para darle una despedida digna de un hijo amado ¿ LA MUJER?”... Indivisibles los presentes; miran a la niña; como si les recordara a una ansiosa gata buscando en su cabeza algo para inventarse ante el chistoso y sarcástico profesor de los escenarios de la sociedad entera; que el norte, el sur, el oriente, occidente; el educador imprudente, se acerca a la niña y dice: hola niña… llega niña, llega niña, llegallegallegallegallegallega… ¡NIÑA! Ella interrumpe con apuro y dice: “la niña llegó y piensa que: allí miraba y allá veía”… ¿Me entiende profesor? Con asombro y confusión, nadie prestó atención, el profesor no respondió y la niña silenció.
Rebota de su extenuante jornada académica; con precaución, diría ella; pero realmente juguetea: ¡muerta del miedo! Sigue sin desviarse del recorrido diario en la ciudad de siempre, está vez su camino está lleno de payasos; está en un gran carnaval de colores enigmáticos… ¿La mujer? Pregunta a la vez que ve una payasa que no sonríe, la sigue con la mirada, siente que su rostro la representa; la payasa tiene una lágrima que corre su maquillaje de acto. La niña la sigue, la hostiga, la observa pero la payasa huye a la multitud pintoresca y desaparece.
La niña, abre los ojos; el frenazo del bus que vale mil quinientos pesos, casi la tira hasta la registradora para avizorarle que ya está por llegar a casa; entonces la payasa no existe, ni el circo –carnaval; todo se ha ido en un sueño, ese valió mil quinientos… Ojalá las pesadillas no sean tan caras, me gustaría que las pesadillas fueran gratis para las niñas. Dice con voz débil, mientras se baja del aparato gigante que se derrite en sus ojos y el conductor acelerado, le ruega que no demore en bajar; “como si fuera incuestionable lo que miro, como si el bus en realidad fuera a derretirse como yo”. Piensa la niña, con su pie izquierdo aferrado al piso…
Los salvajes son los culpables de todo… ¿cómo pueden tener tantas musas, los duendes nocturnos que nada saben de mujeres, sólo son musas esas momias que se plantan la noche entera con ellos? No; es culpa de la idea absurda del profesor terco que quiere avisarme que mi vida en unos meses cambiaría radicalmente, sería bueno evadir el tema; de nuevo piensa en el cuento que va a inventar… Pero se detiene por fin y con una seguridad absoluta frente a su espejo; mira su hermosa cabellera y luego se fija en su rostro, es igual al rostro de la payasa que bailaba triste en el carnaval…
¡Qué sueño tan caro! Voltea a la derecha, se dirige a su ventana; es precisamente el atardecer, o después del atardecer. Toma dos fotografías a través del vidrio, no se fija nunca como quedan sus fotografías, tampoco sabe para qué van a servirle, simplemente las toma… Se dirige a su escritorio y pesca una pequeña agenda; luego recoge del piso un marcador, decide dejar de nuevo la libreta sobre el escritorio y se dirige a la ventana para escribir lo que se sobrevenga en la pared del lado… Corre la cortina y comienza a escribir:
-“El atardecer… y la ciudad de los colores; la tarde, una payasa, colores, colores, colores… Muchas texturas también; sombras a la hora del atardecer; el sol ya no está, hace algunos minutos permanecía ahogándome de luz; el ensombrecer, la ciudad lo debe hacer sentir muy orgulloso; es el único con el poder de hacerlo; pero, es como si alguien bajara el telón, no hay nadie; el sol, el circo de mil colores y la niña observando desde su ventana… Sería triste, ser una marioneta, querer dejarse manejar y que el telón se baje y no haya luz… La payasa, por eso seguro estuvo triste ésta tarde, no había luz en mi sueño. El sol se fue después de ahogarme de fosforescencia; y yo quedé aquí impregnándome de noche, con esta cabellera y este rostro de niña de atardeceres y sueños tardíos como sus pensamientos; esos sueños caros y sin raíces fuertes para sostenerse en el mundo concreto… Las ideas, ya no llegan; preguntas sin respuestas me acosan.
Debo ser mujer y ahora solo me alcanza el presupuesto para una quimera carísima; en el bus, a pesar de pagar de contado no me alcanzó para ponerle luz a mi sueño, consumiendo soñadas… Si se enterara mi madre me diría: ‘esos gustos tan caros solo son para los que piensan que la vida es fácil, un sueño por mil quinientos…. Jummm…. Para mañana ni lo piense, no alcanza el presupuesto para esos placeres’… Y yo que nunca he pensado que la vida es fácil, ojalá lo rumiara a veces; seguro así me pondría en el escritorio a hacer la tarea para el chistoso de humor refinado…”
¿La tarea? Es para mañana, aún no he inventado un cuento para el de los chistes…dice la niña; dejando su marcador y con preocupación, intenta escribir en su libreta… “El rol, el rol…” No pasa de dos sílabas, es increíble… Piensa… Soy una analfabeta, cualquiera podría inventarse un cuento y presentar la tarea para ciencias sociales, es un deber del colegio debería ser algo sencillo para mí que soy número uno en hacer las tareas más complicadas de física y química… Eso de las formulas es muy fácil, ojalá la vida fuera un caso de factorización, me gustaría usar trigonometría para decirle al de las ciencias sociales que todo está fríamente calculado en mi vida, que nadie podría desequilibrar un triángulo equilátero como yo, también le podría calcular la pendiente de mis sentimientos, explicarle mis sueños a partir de una ecuación, mostrarle las estadísticas perfectamente controladas por mi cerebro para que todo salga como la probabilidad lo diga, si la vida me pareciera cálculo, sería muy fácil de explicar mi rol…
¿Yo mujer? ¿La mujer? ¿Mi mujer?... mujer… mujer… mujer… dice la niña de la cabellera resplandeciente; está hablando dormida… “Mi rol como mujer en la sociedad: querido profesor, no quise inventar un cuento para decirle que quería ser una mujer que no quiero ser; enfermera, secretaria, ama de casa, ingeniera, médica, veterinaria, prostituta, madre, esposa, hermana, amiga; en éste momento presente no entiendo el rol de las mujeres que veo en la calle; esto no es un trabajo académico, usted puede ponerme 0; pero yo no puedo mentirle, prefiero tener 0, es una carta para usted; tal vez, pueda hablar conmigo para que me explique lo que es una mujer; yo realmente no entiendo, he tratado de pensar una y mil veces en la tarea donde debo expresar qué rol me gustaría desempeñar como mujer en la sociedad de hoy; se lo aseguro, hasta escribí en un muro, pero tampoco funcionó, no pude hallar una, en ninguna parte; ni siquiera pagando mil quinientos por un sueño pude topar con una sola Mujer real.
A mí, me parece que se están haciendo las de la vista gorda ante sí mismas, profesor me preocupa pensar que la mujer aún no existe; yo vi momias, sombras, fantasmas; casi todas tienen el mismo oficio que mi madre, les debe parecer divertidísimo el plan de seguir jugando a las muñecas, a mí ya me aburrió eso de andar inmovilizándome en otros; hay otras mujeres que se mantienen con los salvajes de ese parque que queda a dos cuadras del colegio ¿Lo ha visto usted también? Yo no pude entender porque ellas son tan zombis como los salvajes. Anita por su parte parece atontada por Pablito; la niña del cuarto piso de mi edificio le cuento que, decidió irse de monja, hay una reina de belleza en mi barrio; una dama con cara de pudor y de “buen físico”, trabaja en uno de esos chat eróticos que hay en la internet, lo sé porque se lo comentó a don Beto el señor de la tienda, lo escuché un día que compraba algo de chocolate, disponiéndome a obligarme escribir ese cuento que me formulaba a inventar para engañarlo y sobre todo para falsearme unas alas.
Además le acuso a las profesoras Tulita y Tomasita porque por culpa de ellas estoy aterrorizada. Me dijeron que una mujer debía ser mamá y que eso tenía que ser para pasado mañana; también, aseguran que por mandato divino debería la mujer reprimir su deseo sexual hasta casarse, pero a mí no me gusta esa idea del matrimonio. Determinan a la mujer a asumir el rol de madre, mientras sé que hay compañeras en el salón que abortan porque nunca nos hablaron en el colegio de sexo, de planificar, menos de autoestima; tampoco nos enseñaron a soñar gratis, la gratuidad solo está permitida para las pesadillas. Mi madre me dice que soñar sale caro y que eso es para gente que quiere vivir fácil, la abuela tampoco contó ninguna historia valiente que me hiciera sentir orgullosa de mi condición de mujer.
Yo creo que la payasa, no disfrutaba del carnaval gigantesco en el que andaba sumergida; también vi profesor, como el atardecer caía sobre ésta enorme carpa de circo de mil colores. Yo quería realismo mágico para el cuento que me iba a inventar diciendo que me gusta ver sangre, enterrar agujas a los pacientes que serían mis víctimas y que esperaría siempre con la misma pasión a la próxima víctima, me iba a pintar de enfermera, pero no armoniza, eso tampoco es realismo mágico; no pude, aunque ya sabe que tengo grandes capacidades literarias y podría sostener la mentira hasta el fin de año; así, acorralada por el gran circo, seguro si pensaría en serio lo de asumir un rol en la sociedad, no pasó justamente de esa manera porque no pude mentirme a mí misma con mariposas de Macondo, ni con libélulas de Mompox. Créame profesor que yo lo intenté, mil veces quise escribir. No me siento una mujer, si una mujer es lo que veo todos los días en las calles de este circo, no quiero embrutecerme, someterme, maltratar mi cuerpo, no tener el carácter suficiente para decir la verdad, me niego A NO SER yo misma la que camine las avenidas encontradas… Profesor, si pregunta por mi profesión universitaria, yo podría decirle que mi deseo es creador, podría desempeñarme en el campo opuesto al de la beligerancia y la destrucción; prometo desde el silencio hacerle la guerra a la guerra; las imágenes, las historias bien contadas, las figuras literarias en mis noches de rayuela, el mundo feliz, las flores del mal, Así habló Zaratustra, obra negra y todos mis acompañantes silenciosos. En fin, puedo hacer tantas cosas con un cupo en la universidad; como también, podría no hacer nada con un cupo en la universidad… El deseo, en eso pienso profesor y yo deseo vivir como mujer, no como momia, puta, bruta, madre simplemente madre, esposa simplemente musa triste y vacía… A mí me gustan las mujeres querendonas con ellas mismas; a mí me gustan las mujeres que conjugan los verbos y se divierten por ello, siempre terminan pensando y haciendo, mirando y viendo ¿Me entiende profesor?
Puede ponerme cinco veces cero en su planilla, por esta carta que le envío desde mis sueños eso ya no me importa; porque no pude comprender el papel de las damas, las hembras, las putas, las mártires madres desfiguradas por sus hijos y por su verdugo, las momias, los fantasmas… ¿LA MUJER? Ese rol, ese rol… el rol, el rol… ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiing! Sonó mi reloj profesor y no pude responder la pregunta, pero seguiré pensando; en 30 años tal vez tenga mi respuesta, necesito tiempo para conjugar los verbos; mientras tenga escenario y mi telón no se baje para dejarme en la oscuridad, seguirá el personaje sobre las tablas del escenario que él elija; nada puede ser definitivo y tajante para una persona como yo, seguramente voy a actuar en muchos lugares diferentes…
La idea es… conjugar verbos; pero sabe, antes de que vuelva a castañetear mi reloj despertador; voy a contarle algo más; sólo con la esperanza de que usted escuche mi sueño y me apueste un cero menos en su planilla de profesor”… Ésta vez, medio dormida; la niña, continúa hablando, al borde de la realidad, como si estuviera segura de poder revolverla, desbaratarla, derrumbarla, encapuchar los bártulos del mundo. Sin pensar en Anita, ni en las profesoras que acongojan mujeres. La niña habló por diez minutos más; ésta vez, no apaleaba a la voz tenue del monologo soñado y dijo valientemente… “Me gusta estar sobre el camino, las montañas, las flores, el agua; los árboles son mi debilidad, moras del campo de mi infancia, yo misma sobre la madre que resiste resistiendo a cada instante la lluvia… ¿LA MUJER? Profesor ¿Recuerda que le conté de mi infancia en un pueblecito? Allá vi volar una mariposa que no era de macondo; García Márquez no podría llegar a describirla, era morada, azul, roja, verde, naranja, con rayas verdes en sus alas. Las mujeres son así profesor, de mil colores como esa mariposa. Y ni Márquez, ni Borges, ni Benedetti, ni Schopenhauer, ni Bukowski, tampoco Nietzsche, ni siquiera Cortázar o Allan Poe; ningún hombre, ninguno profesor nos ha dicho nada que se parezca a la mariposa de mil colores que volaba en la tarde pueblerina de sábado festivo…
La mariposa; va viviendo, volando, viendo y mirando. Su vuelo, es su vida; corta o larga, esa es su vida; un vuelo fugaz pero eterno; pues nunca esa misma mariposa volverá a nacer con los mismos colores, ésa que volaba aquel sábado en la tarde y se posaba en mis ropajes cínicos; nunca más se posará en ningún atardecer de sábado pueblerino, terminará su vuelo donde liquide sus alas; un solo día le basta a la mariposa, para ser ella misma en su belleza, conjuga verbos desde que es oruga y con paciencia espera su vuelo de un día para hacerse eterna en el recuerdo de una mujer… Profesor, el olvido no exilia la memoria de una mujer, cuando una mariposa de vuelo fugaz se le posa en los remiendos, la mujer no olvida los colores de la mariposa que le enseñó lo que es una mujer.
Escojo entonces, en este sueño no hablar de las mujeres que vi en el circo pobre y ambicioso que somos; allá afuera donde yo veo, no he contemplado ni una mariposa del mil colores, sólo me vendieron un sueño incomprensible por mil quinientos pesos; vi putas, ladronas, hembras, damas, viejas, brujas, fantasmas, a Anita, a Tulia, a Tomasita, a Susanita también la vi un día, vi ancianas beatas revoltosas del caldo de la memoria para martirizar en la mañana, vi de todo profesor, hasta un niño sin esperanza”… ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinggg! Suena el reloj; la niña se levanta acosada por el tiempo que hoy no es de ella, hoy no puede volar… ¡A los deberes polilla! Va camino a sus tablas, el teatro la espera para que sostenga su personaje hasta el final. Deambula en el bus con sus compañeros de acto, pero ninguno se percata que ella es igual a todos, también tiene máscara… La niña, anda alarmada y no puede pensar en otra cosa que en los sueños gratuitos de la noche; era increíble, por fin algo que no era una pesadilla estaba gratis en el mercado de las utopías; ésta vez no solo había luz en su sueños sino también; colores, mariposas de colores, respuestas, más preguntas que respuestas pero por lo menos ya había visto a una mujer de verdad, aunque no se parecía a lo que llamaba mujer en el circo.
El salón de clase; aterrorizante, pero ya no como antes… Todas mostraban sus tareas, las comentaban y se sentían orgullosas de querer ser médicas, enfermeras, secretarias exitosas, acompañantes de extranjeros por sus viajes de amor en el sur, otras se hicieron madres sin abuchear a las locas de Tulita y Tomasita, todas fueron mujeres del circo en sus vanidosos escritos, todas hablaron de dinero, de carros, de casa, de hijos y sobre todo, de esposos; todas, excepto la niña… Ella, callada en su rincón; pensaba en la mariposa del espejismo gratuito, la mariposa y la plenitud de su vuelo, la belleza de sus colores, la humildad para descansarse en sus andrajos y el olor de la tarde de su revoloteo… Todas son llamadas a lista por el profesor quien pone 3 ó 2.5 en su planilla, exterminando el entusiasmo de la camada de “mujeres”… Todas, menos la niña… Ella se para y alza la voz; desgarrando su silencio y cortando el fandango de histeria de las futuras profesionales; habla con voz de mariposa valiente, como quien sale de la caverna entusiasmado por el sol. Se dirige a ellas y su audiencia; ahora se queda muda, absorta y paralizada, escucha con curiosidad todo el pelotón: “yo tengo cuatro ceros en su planilla profesor, no me importa; pero ya sabe que no pude comprender su pedido de deber escolar; definitivamente, pienso que me falta conjugar más verbos para comprender de qué se trata ser mujer, la verdad sólo vi una en un sueño con luz… ¡Ah! Y le cuento que fue gratuito, ¡no le parece increíble, hace rato que no había oferta especial! Esa mujer, parecía mariposa, no venía del río magdalena profesor, le aseguro que era de mil colores y volaba como si se fuera a acabar su tiempo, parecía ebria de felicidad, estaba plena, realmente era bella, volaba sola y sus colores hicieron que yo comprendiera lo que es una mujer… Además; me enseñó profesor que”…Se calla un momento y saca un libro de su morral; la audiencia mira con pavor el libro, como si no quisieran jamás tocar uno así de rechoncho como ese. La niña continúa la presentación de su tarea improvisada y sin advertir el desengaño de la aglomeración; comienza a hablar más fuerte que antes, diciendo: mire lo que me dijo ella profesor… “El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en narrativa. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: “No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin del viaje es simplemente el comienzo de otro”[2]… Y eso que su vuelo solo duró un día… El profesor sonreía, como de encanto, tenía el rostro en una sola palabra; las futuras “mujeres” competitivas de su campo profesional, estaban aún, en un silencio absorbente… El profesor, por fin terminó su sonrisa para hablarle a la niña y transformó su rostro en un instante para decir: “Una mujer, no necesita escribir un cuento con estilo prestado, el realismo mágico no te queda, estás lejos de macondo y nunca las mariposas de ensueño vuelan hasta tu pueblo; además, esas son inventadas, no creas en los cuentos falsos. Realmente entiendo que no hayas visto mujeres en las calles, tal vez como tú dices, todavía no existe la mujer; claro que debe haber más de una mariposa de vuelo pleno y colores bellos, debes ir de nuevo a tus campos, volver a pisar tu infancia; no olvides la humildad de la mariposa que se posó en tus remiendos, sabía que tu madre los había hecho con cariño; las mujeres también pueden ser madres, lo grave es que la sociedad se los imponga con la angustia; no escuches entonces a Tomasita y a Tulita, escucha tus alas y cuando se aviven para volar, disfruta tu viaje y descansa donde quieras; sigue buscando ofertas especiales en los idílicos sueños de SER… ¿LA MUJER? Mujer a tu modo simplemente, libre al compás de tu vuelo de mariposa… leí la carta que escribiste para disculparte por no haber hecho tu tarea, estuve en tu sueño gratuito; sé, que fue lleno de luz y colores; escuché, tus demostraciones matutinas para explicarme que no fue posible mentir…El final, los diez minutos siguientes a la epístola soñada para justificación… Ese, es tu rol descalzo… Mujer”
________________________________________
[1] Jaqueline Rose. "DORA’-fragment of an analysis”. 1987 pág 18.
[2] JOSÉ SARAMAGO, viaje a Portugal. Alfaguara, 1981.

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18 de diciembre de 2011

TIME

Gratiferia - La Economia de la Nueva Era

Ausencia



Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!

Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!


Gabriela Mistral

15 de diciembre de 2011

Medellín, a solas contigo




Un bus me deja a mitad de camino. Por 30 centavos compro 15 minutos de paisaje. A la montaña subo a pie, jadeando de calor hasta coronar la cumbre. A la casa donde voy se entra por una avenida de rosas cuyos botones estallaron esta tarde al sol. Todavía, en el perfume del aire, mi carne percibe la cópula de la naturaleza.
La visión de la ciudad es espléndida desde esta altura. Puede pensarse en un paisaje ideal para místicos, pero aquí viven los industriales antioqueños.
Todavía no me tomé una copa, y ya estoy ebrio. La voluptuosidad del aire emborracha mis sentidos. Me niego a beber para conservarme lúcido, y gozar este paisaje fascinante tan parecido a la gloria. Para empezar, un jugo de moras.
Marina me enseña el nombre de las matas que crecen en su jardín: gardenias, alelíes, crisantemos y girasoles. ¡Qué derroche de belleza! No falta un color, y todos los aromas están presentes. Escandalosa lujuria de esta tierra donde brota el milagro por el amor de un corazón y unas manos de mujer.
Quisiera vivir en medio de este esplendor de fuerza, sol y poesía. Pero tal vez no. Esta violencia desencadenada terminaría por matarme, es demasiado inhumana. Mi alma también ama la pobreza, la aridez y las piedras. Mi dicha muere en el exceso. Y esta belleza es perfecta. La felicidad tendría aquí su reino, pero también una muerte melancólica. El corazón necesita ausencias para alimentar el deseo.
Nos instalamos en la biblioteca. Tomamos un licor seco, excitante, y estamos felices. Tras los vidrios una terracita sembrada de pinos semeja un balcón sobre un abismo que titila: ¡La ciudad!
Anclada en la oscuridad, chisporrotea con sus neones brillantes. El viento mece los árboles. El cielo centellea apacible. Me siento despojado de espíritu, vacío de ideas, sólo abierto a las embriagueces del cuerpo.
Lenta y cálida invasión de felicidad que nace al mismo tiempo que la noche. Reconciliación de mi ser con el mundo. Esta noche sólo existo para afirmar, para consentir. No tengo dudas sobre nada. Ni siquiera los asesinos pensamientos de muerte. Perfecta plenitud en el mundo y en mi alma: una paz de piedra, dicha sin fondo.
Olor de eucaliptus y rosas en la biblioteca. Me digo: es el buen olor de la sabiduría, esta inocencia que no está escrita más que en el aire, y más alto aún, en las estrellas.
Cuando a media noche salgo en la terracita veo la ciudad iluminada, feliz bajo la fresca noche de verano.
¡Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero. Pero amo tus cielos claros y azules, como ojos de gringa.
De tu corazón de máquina me arrojabas al exilio en la alta noche de tus chimeneas donde sólo se oía tu pulmón de acero, tu tisis industrial y el susurro de un santo rosario detrás de tus paredes.
Bajo estos cielos divinos me obligaste a vivir en el infierno de la desilusión. Pero no podía abandonarte a los mercaderes que ofician en templos de vidrio a dioses sin espíritu.
Te confieso que no me gustaba tu filosofía de la acción, y elegí para mí la poesía. Este era el precio de mi orgullo y mi desprendimiento.
Tus mañanas son las más bellas que han amanecido en ciudad alguna. Pero me negaba a perder su contemplación por tus oficinas burocráticas. No, Medellín: prefería esperar tus mañanas en un bar, o en un parque solitario para que te vomitaras plena de libertad y radiante de sol sobre mi corazón borracho.
Por eso me decías “vago”, porque nunca fui avaro con tu belleza. En cambio tú nunca fuiste generosa con mi locura. Yo te daba mucho amor y te adoraba. Pero de tanto amarte casi me destruyes.
Huí de tu belleza y de tus glorias para conquistar las mías, en vista de que no parecías orgullosa de mis alabanzas, y me despreciabas como a un bastardo porque no hacía lo de todos: rezar el rosario, casarme, trabajar como un negro y después morir.
De noche te era fiel, era tu testigo desvelado para que tu belleza no fuera inútil: te aseguraba un reino en mi conciencia y una dicha en mi corazón exaltado. Pero nunca comprendiste la humilde gloria de tener un poeta errando por el corazón desierto de tus noches considerándote mi hogar, mi amante, y mi única patria.
Eres utilitaria en cambio, y preferías acostarte con gerentes y mercaderes. También eres tiránica, pues te place la servidumbre, dominar soberana en el reposo de los vencidos y los muertos.
Sola y pura con tu gloria inhumana. Avara con tu majestuosa belleza. No te das porque a todos has matado, Medellín asesina, Medellín de corazón de oro y de pan amargo.
¿Por qué te empeñas en matar el Espíritu? Yo sé: porque el Espíritu tiene sus glorias que te rivalizan en poder.
No todo es Hacer, Medellín. También No-Hacer es creador, pues no sólo de hacer vive el hombre. Dijo Lawrence: “Prefiero la falta de pan a la falta de vida”. Pero tu fanatismo laborioso no te da tiempo para asimilar otras filosofías de la vida. No has tenido tiempo de aprender el Poder sin la Gloria. A veces le coqueteas al Espíritu, pero pesas demasiado con tu materialismo para permitirte una grandeza que no es elevada, que no es del alma.
No tienes corazón ni ojos para estas gardenias que me rodean, estos lotos en su laguna, ni para esta carga embriagadora de perfumes, y esta dicha carnal que me llega del silencio. Eres de una inocencia perversa porque asesinas el alma de las flores; porque arruinas el cielo con tus vomitadoras chimeneas; porque robas al sueño su silencio con tus ronquidos de producción en serie.
Hay otras mercancías que no produces: los alimentos del alma. Ni siquiera tienes una fabriquita para alimentos del alma. Tus politécnicos y universidades sólo vomitan burócratas, peones, jefes de personal y millares de contadores para tu potente máquina económica, tus cerebros electrónicos y tu Bolsa Negra.
¡Castrados de espíritu! Y yo sé que no son brutos. Al contrario, son idealistas y mesiánicos, herederos de conquistadores. Pero tú eres horriblemente frustradora.
Eres incapaz de producir un líder espiritual, ni siquiera un mártir. Porque antes de que el Iluminado diga su mensaje de salvación, ya tú le has ofrecido un puestecito en el Banco Comercial Antioqueño, y lo conquistas para heredero de tus tradiciones, socio de la Venerable Congregación de los Fabulosos Ingresos Per Cápita y Caballero del Santo Sepulcro.
Así coaccionas el espíritu de creación, la libertad y la rebelión. Eres endemoniadamente astuta para conservar la vigencia de tus estúpidas tradiciones. No admites cambios en tu poderosa alma encementada. Sólo te apasiona la pasión del dinero y aforar bultos de cosas para colmar con tus mercancías los supermercados.
Esto no estaría mal si con tus excesos y tus delirios productivos te acordaras de que tienes alma. Pero el tiempo del ocio lo ocupas en engrasar tus poderosos engranajes que mueven día y noche tu filosofía del Hacer, tu pensamiento reproductor.
A veces apestas a gasolina y hollín, mi pequeña Detroit. Cuando me abrumas con tus puercos olores siento piedad por tu insensato autodesprecio. Ni siquiera hay un rinconcito en tu monstruoso corazón de máquina para que florezca la flor bella, la flor inútil de la Poesía.
* * *
Y así... tu belleza me daba el gusto amargo de la muerte. Tu desprecio en vez de anonadarme me infundía coraje y una terrible fuerza para conquistar los cielos, los mares y los amores imposibles, y a mí mismo que estaba muerto en la nada.
A pesar de ti, te debo lo que soy, pues no sería nada si no hubiera nacido bajo tu cielo. Tu tradición me predestinó desde siempre a la rebeldía. La demencia de tu producción me arrojó en los hornos de la pasión creadora y la contemplación.
He sabido estimarme en la medida en que me despreciabas. Abracé la soledad porque me arrojaste de tus templos, tus fábricas y tus cementerios donde no daba la medida de la muerte. Me cerraste todas las puertas y me quedé fuera de tí, sin tí, y me obligaste a mirar hacia lo alto y hacia el fondo, a mi alma y al cielo.
En tus calles besé el rostro amargo del fracaso. Te suplicaba en silencio en tus noches de eterna belleza, pero no entendías mi lenguaje de oración. Había que enternecerte a martillazos, hacerte razonable a golpes de sacrificio: cabeza dura de cemento, alma de caldera, arterias de hierro galvanizado que alimentan de aceite tu corazón. No de sangre, y por eso eres más insensible que un zapato.
Tu desalmada indiferencia me obligó a vencer mis feroces enemigos: esos fantasmas interiores que crucificaban mi carne joven con fieros clavos de auto-destrucción. Yo chillaba de dolor silencioso en el mismo corazón de tu desprecio.
Lo que más me atormentaba era un áspero deseo de suicidio que intenté con horribles venenos entre tus petulantes rascacielos, o en la sordidez de tus burdeles donde me consagraba a horrendas orgías con ancianas, mendigas harapientas y niñitas rameras que podían ser mis hijas.
Pero fue inútil, yo soy alma difícil de crucificar. Veinte años antes me habías hecho heroico cuando de niño asaltaba tus montañas acosado por el hambre. Con las primeras guayabas que te robé me hiciste invencible y poeta de la rebelión.
¿Recuerdas el susto que me diste aquella tarde cuando enviaste tus policías a la verde y desolada colina donde la estatua del Salvador abraza la ciudad?
Yacíamos de cara al sol de la tarde mi amiga y yo, modestamente abrazados leyendo un libro de poemas. Nos apuntas con un revólver asesino porque según tu moral eso era pecado, o sea, estar allí solos y benditos de cara al cielo azul. Te empeñabas en que éramos dos delincuentes por estar allí “profanando” la estatua de yeso de nuestro querido Señor Jesucristo. Pero no se te ocurre que el amor entre dos seres vivos es la cosa más santa que hizo Dios. Y además, era falso lo que estabas pensando, pues estábamos muy puros leyendo a Walt Whitman esperando que cayera la noche para meternos a un montecito a... Bueno, eso a ti no te importa, vieja chismosa.
Te empeñaste en inventarnos un crimen para meternos en la cárcel, lo que intentaste hacer si yo no te hubiera sobornado con mi recordada estilográfica “Parker” para que no cometieras esa burrada con mi compañerita que estaba llorando de dolor, sintiéndose una horrible prostituta dentro del sombrío ataúd rodante donde nos embutiste como un par de tenebrosos criminales.
Nunca te perdonaré aquellas lágrimas, Medellín malo, pues mataste en el amor de mi niña la inocencia animal de su cuerpo...
Y como eres una beata farisea y retenida, nos niegas hasta la felicidad barata de esa cama verde tendida por Dios para sus pobres amantes que por decencia no pueden ir a los burdeles donde bendices la degradación de las almas, y hasta expides carnets para legalizar el envilecimiento del amor.
Tu morbosa imaginación no puede concebir dos seres puros hijos del sol, o de la noche, porque los condenas con tu diabólica moral redactada por inquisidores prostáticos.
Francamente, Medellín, eres peligrosa. Eres como el diablo para comprarle las almas, con la diferencia de que tú no las condenas al Infierno, sino al No-ser.
No te enojes, mi querida, te amo más de lo que crees, pues al fin tú me has hecho posible. A tí, que no me has dado nada, salvo soledad y un poco de dura miseria, te debo la riqueza infinita y humilde de mi ser, que no cambio por todo el oro de tus bancos comerciales.
Después de todo eres milagrosa. Haces posible lo imposible: hasta eres capaz de producir un loco idealista como yo. ¡Bendita seas!
Tu incomprensión ha creado en mí un hombre nuevo, distinto a los hombres que produces en serie como si fueran bultos de tela, muertos, o botellas de ron.
En ese desamparo me hice fuerte para la lucha, y te negué el homenaje de mis bodas con la muerte y la resignación. Y además, te debo gratitud, porque esa tu manera de parir “monstruos” me regaló un santo que fue mi maestro Fernando González. Te vuelvo a bendecir por él, a quien tanto hiciste sufrir, y tanto te amó.
* * *
Todo es calmo esta noche de una manera dulce, sin furor. El cielo se derrama en una brisa de estrellas. Esta luz esparce beatitud por el inmenso Valle de Aburrá. En lo más claro del cielo se dibuja un elefante con alas que son enormes plumas de nubes. Semeja un ángel en reposo, en pausa para elevar el vuelo al fondo más azul de la noche. Luego se desintegra en una constelación de luces. Creo que estoy borracho.
En un sitio no lejos de este monte, una mujer duerme su sueño puro. ¿O será desesperado? A esa mujer la amé hace años. Aún oigo sus canciones de amor, su voz excitante y carnal. Siento que el corazón es ingrato y acumula tumbas en la juventud que luego olvida. Al principio las riega de amor, de besos, de lágrimas, de flores. Y luego de indiferencia.
¿Qué será de esa mujer a la que antes había hecho el homenaje de mi vida, y ahora soy incapaz de rendirle el de un recuerdo, ni siquiera un deseo, ni nada que no sea este desgarramiento de indiferencia?
En la biblioteca, hermosa fiesta de silencios. Afuera todo calla, hasta mi corazón tumultoso. En lo alto del cielo, todo se apacigua: el rumor de la ciudad, los sauces, el viento, mientras la noche cruza silenciosa sobre este universo puro y sin memoria. Mi corazón enamorado cesa de latir para que lo poseas con tu gloria, ¡oh cielo sagrado!
Puro dolor de dicha en esta noche desierta, sin amarte, sin teléfono para llamar a Dios, solo con mi soledad que no sabe dónde buscarte mi amor perdido, mi monja.
¡Oh, alma mía, qué amarga es la belleza!
* * *
Amanece.
Mi amigo se ofrece a bajarme en auto, pero me niego. El cielo estalla de estrellas, mil aromas, un canto salvaje de cigarras, el rocío. Un aire tibio se pega a mi piel como si fuera una amante.
Desciendo fumando cigarrillo, feliz con las manos en los bolsillos por una carretera solitaria donde se derrama la luz llena de la luna. No me inquieta el peligro.
Pero como siempre que estoy feliz sintiéndome predestinado, llegas a interrumpir mis éxtasis con la santa naturaleza, y me atropellas con un catafalco del que se baja un sargento muy categórico que me pide identidad.
Me pones “¡manos arriba!” y me requisas a ver si tengo puñales o armas asesinas, y me acorralas como a una rata. Entonces te enseño una cédula donde quedé con cara de delincuente común, lo cual fue mi perdición.
—¿Qué hace a esta hora por la carretera?—preguntas.
—Nada—te digo—, paseo... existo...
Era la pura verdad, ¿qué mas podía decirte?
—Ja, ja, ¿oyeron a este imbécil? Dice que existe, ja ja ja.
¿No ves? Te burlas porque existo, porque soy poeta, y me declaras culpable una vez más porque no estoy fabricando trapos, ni durmiendo “como todo el mundo”. Entonces me empujas a tu asquerosa ambulancia y me depositas en un hediondo calabozo lleno de estiércol y marihuaneros.
Desgraciadamente esa noche no tenía siquiera cigarrillos para conquistarte, para proponerte un “negocito” que es el único lenguaje que te conmueve.
A cualquier precio querías hacer de mí un delincuente, y en verdad no me explico por qué no lo soy, si hasta me dejaste el estigma de un horrible complejo de culpa. Mi atormentada cara de poeta sufriente fue siempre para ti un delito.
Mi hermano Jaime madruga a pagar mi rescate, lo cual hace con inmensa piedad, y de paso me regala un sermón marca “Made in Medellín”, y un paquete de cigarrillos.
Para justificarme, le digo a la salida: “Oye compañero, te juro que soy inocente, lo que pasa es que tengo cara de poeta maldito”.
* * *
Aquella mañana de expresidiario reincidente fui a tu plaza de mercado a comer naranjas, y una vez más soy feliz a pesar de mis desventuras, y adoro tus contrastes. ¡Qué bello, puro y viril es tu pueblo antioqueño!
Imagínate que un culebrero nos reúne en torno a su cacharros, y nos dice que “algunos del respetable público” estamos condenados. Promete sacarnos el Diablo del cuerpo con una pomada milagrosa por la módica suma de un peso. Eleva un brazo peludo de predicador y exclama:
¡No tengan miedo, mis hermanos... Yo no les voy a robar... Este brazo es antioqueño y honrado, sólo lo uso para acariciar la ninfa y dominar el oso!
Pues sí, estuve a punto de abrazar a ese culebrero sucio y fornido, ¿sabes por qué, Medellín? Porque eres capaz de inspirar a un estafador la frase que habría hecho inmortal a Don Miguel de Cervantes.
Sobra decir que el filósofo ateo Gonzalo Arango fue el primero en comprar la cajita de pomada milagrosa para sacarse el diablo del cuerpo. Pero sin esperanzas de mejoría, pues cada vez que me la unto, mi novia dice: ¡Amor mío, hueles a diablo!
Gonzalo Arango
Fuente:
Obra negra. Santa Fe de Bogotá, Plaza & Janés, primera edición en Colombia, abril de 1993.

Elegía a “Desquite”




Sí, nada más que una rosa, pero de sangre. Y bien roja como a él le gustaba: roja, liberal y asesina. Porque él era un malhechor, un poeta de la muerte. Hacía del crimen una de las más bellas artes. Mataba, se desquitaba, lo mataron. Se llamaba “Desquite”. De tanto huir había olvidado su verdadero nombre. O de tanto matar había terminado por odiarlo.
Lo mataron porque era un bandido y tenía que morir. Merecía morir sin duda, pero no más que los bandidos del poder.
Al ver en los diarios su cadáver acribillado, uno descubría en su rostro cierta decencia, una autenticidad, la del perfecto bandido: flaco, nervioso, alucinado, un místico del terror. O sea, la dignidad de un bandolero que no quería ser sino eso: bandolero. Pero lo era con toda el alma, con toda la ferocidad de su alma enigmática, de su satanismo devastador.
Con un ideal, esa fuerza tenebrosa invertida en el crimen, se habría podido encarnar en un líder al estilo Bolívar, Zapata, o Fidel Castro.
Sin ningún ideal, no pudo ser sino un asesino que mataba por matar. Pero este bandido tenía cara de no serlo. Quiero decir, había un hálito de pulcritud en su cadáver, de limpieza. No dudo que tal vez bajo otro cielo que no fuera el siniestro cielo de su patria, este bandolero habría podido ser un misionero, o un auténtico revolucionario.
Siempre me pareció trágico el destino de ciertos hombres que equivocaron su camino, que perdieron la posibilidad de dirigir la Historia, o su propio Destino.
“Desquite” era uno de esos: era uno de los colombianos que más valía: 160 mil pesos. Otros no se venden tan caro, se entregan por un voto. “Desquite” no se vendió. Lo que valía lo pagaron después de muerto, al delator. Esa fiera no cabía en ninguna jaula. Su odio era irracional, ateo, fiero, y como una fiera tenía que morir: acorralado.
Aún después de muerto, los soldados temieron acercársele por miedo a su fantasma. Su leyenda roja lo había hecho temible, invencible.
No me interesa la versión que de este hombre dieron los comandos militares. Lo que me interesa de él es la imagen que hay detrás del espejo, la que yacía oculta en el fondo oscuro y enigmático de su biología.
¿Quién era en verdad?
Su filosofía, por llamarla así, eran la violencia y la muerte. Me habría gustado preguntarle en qué escuela se la enseñaron. El habría dicho: Yo no tuve escuela, la aprendí en la violencia, a los 17 años. Allá hice mis primeras letras, mejor dicho, mis primeras armas.
Con razón... Se había hecho guerrillero siendo casi un niño. No para matar sino para que no lo mataran, para defender su derecho a vivir, que, en su tiempo, era la única causa que quedaba por defender en Colombia: la vida.
En adelante, este hombre, o mejor, este niño, no tendrá más ley que el asesinato. Su patria, su gobierno, lo despojan, lo vuelven asesino, le dan una sicología de asesino. Seguirá matando hasta el fin porque es lo único que sabe: matar para vivir (no vivir para matar). Sólo le enseñaron esta lección amarga y mortal, y la hará una filosofía aplicable a todos los actos de su existencia. El terror ha devenido su naturaleza, y todos sabemos que no es fácil luchar contra el Destino. El crimen fue su conocimiento, en adelante sólo podrá pensar en términos de sangre.
Yo, un poeta, en las mismas circunstancias de opresión, miseria, miedo y persecución, también habría sido bandolero. Creo que hoy me llamaría “General Exterminio”.
Por eso le hago esta elegía a “Desquite”, porque con las mismas posibilidades que yo tuve, él se habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la dignidad que confiere Rimbaud a la poesía: la mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la vida es a veces asesina.
¿Estoy contento de que lo hayan matado?
Sí.
Y también estoy muy triste.
Porque vivió la vida que no merecía, porque vivió muriendo, errante y aterrado, despreciándolo todo y despreciándose a sí mismo, pues no hay crimen más grande que el desprecio a uno mismo.
Dentro de su extraña y delictiva filosofía, este hombre no reconocía más culpa, ni más remordimiento que el de dejarse matar por su enemigo: toda la sociedad.
¿Tendrá alguna relación con él aquello de que la libertad es el terror?
Un poco sí. Pero, ¿era culpable realmente? Sí, porque era libre de elegir el asesinato y lo eligió. Pero también era inocente en la medida en que el asesinato lo eligió a él.
Por eso, en uno de los ocho agujeros que abalearon el cuerpo del bandido, deposito mi rosa de sangre. Uno de esos disparos mató a un inocente que no tuvo la posibilidad de serlo. Los otros siete mataron al asesino que fue.
¿Qué le dirá a Dios este bandido?
Nada que Dios no sepa: que los hombres no matan porque nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en que nacieron les negó el derecho a ser hombres.
Menos mal que Desquite no irá al Infierno, pues él ya pagó sus culpas en el infierno sin esperanzas de su patria.
Pero tampoco irá al Cielo porque su ideal de salvación fue inhumano, y descargó sus odios eligiendo las víctimas entre inocentes.
Entonces, ¿adónde irá Desquite?
Pues a la tierra que manchó con su sangre y la de sus víctimas. La tierra, que no es vengativa, lo cubrirá de cieno, silencio y olvido.
Los campesinos y los pájaros podrán ahora dormir sin zozobra. El hombre que erraba por las montañas como un condenado, ya no existe.
Los soldados que lo mataron en cumplimiento del deber le capturaron su arma en cuya culata se leía una inscripción grabada con filo de puñal. Sólo decía: “Esta es mi vida”.
Nunca la vida fue tan mortal para un hombre.
Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?
Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.
Gonzalo Arango
Fuente:
Obra negra. Santa Fe de Bogotá, Plaza & Janés, primera edición en Colombia, abril de 1993, p.p.: 42 - 44.

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14 de diciembre de 2011

Un consejo a los muchachos en el desván




día a día recibo por correo
más y más opúsculos mimeografiados
redactados por tipos que dicen conocerme
de los viejos buenos tiempos

estos fulanos son todos escritores
ellos escriben sobre mí
y además parecen recordar
todos mis actos
todas mis palabras.

algunos exageran
otros son simplemente graciosos
pero la mayoría produce en propio beneficio.

donde reflejo una mala imagen
o ridícula
o hasta demasiado cuerda
ellos se describen
como observadores confiables, equilibrados
en lugar de
(en muchos casos)

presentarse como aburridos
pretensiosos
consumidores de tiempo
chupaculos sin talento
soretes que fueron.

no siento rencor hacia
lo que escriben.
digo que ya he logrado
algo mejor
con ese tema en particular.

y yo les sugiero que
se muden hacia el próximo hombre
como lo han hecho
mis mujeres-

C. Bukowski.

PEREGRINAJE





a Elizabeth Azcona Cranwell



Llamé, llamé como la náufraga dichosa

a las olas verdugas
que conocen el verdadero nombre
de la muerte.



He llamado al viento,

le confié mi ser.



Pero un pájaro muerto

vuela hacia la desesperanza
en medio de la música
cuando brujas y flores
cortan la mano de la bruma.
Un pájaro muerto llamado azul.



No es la soledad con alas,

es el silencio de la prisionera,
es la mudez de pájaros y viento,
es el mundo enojado con mi risa
o los guardianes del infierno
rompiendo mis cartas.



He llamado, he llamado.

He llamado hacia nunca

A. Pizarnik

SALVACIÓN



Se fuga la isla

Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.


A. Pizarnik

13 de diciembre de 2011

Lucidez - Lugares comunes - Adolfo Aristarain



"No obligen a sus alumnos a estudiar de memoria"

El Sur también existe




Mario Benedetti
Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventanas navideñas
su culto a dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena
pero aquí abajo abajo
el hambre disponible
recorre el fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras que el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohíbe
con su esperanza dura
el sur también existe

con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
son su gesta invasora
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el sur también existe

con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos sus misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe.

"La propaganda negra mató a Jaime Garzón": Intervención de Hollman Morri...



H.MORRIS. 2010
11 años DE IMPUNIDAD...
A Jaime Garzón... tenían que quitarlo del medio...
HH: la muerte de Garzón fue un favor que algunos militares le pidieron a Carlos Castaño.

Esa propaganda negra, mata a Jaime...

Un gobierno que mañana tarde y noche; sin descanso, estigmatizó a los defensores de derechos humanos, al periodismo crítico e independiente... Ese decir que pensar diferente era ser terrorista...
El DAS... Cacería criminal de la última decada, contra el pensamiento diferente en Colombia.

ENTREVISTA JAIME GARZÓN



JAIME GARZON: creo en la vida, creo en la gente... Creo que estamos en malas manos, creo en un país en paz, creo que esto tiene solución

Jaime Garzón - Conferencia en Cali, 1997 (Completa)



JAIME Y EL CONTEXTO COLOMBIANO, UNA CONTRIBUCIÓN A LA MEMORIA

Hombre que mira el cielo




Mientras pasa la estrella fugaz
acopio este deseo instantáneo
montones de deseos hondos y prioritarios
por ejemplo que el dolor no me apague la rabia
que la alegría no desarme mi amor
que los asesinos del pueblo se traguen
sus molares caninos e incisivos
y se muerdan juiciosamente el hígado
que los barrotes de las celdas
se vuelvan de azúcar o se curven de piedad
y mis hermanos puedan hacer de nuevo
el amor y la revolución
que cuando enfrentemos el implacable espejo
no maldigamos ni nos maldigamos
que los justos avancen
aunque estén imperfectos y heridos
que avancen porfiados como castores
solidarios como abejas
aguerridos como jaguares
y empuñen todos sus noes
para instalar la gran afirmación
que la muerte pierda su asquerosa puntualidad
que cuando el corazón se salga del pecho
pueda encontrar el camino de regreso
que la muerte pierda su asquerosa
y brutal puntualidad
pero si llega puntual no nos agarre
muertos de vergüenza
que el aire vuelva a ser respirable y de todos
y que vos muchachita sigas alegre y dolorida
poniendo en tus ojos el alma
y tu mano en mi mano
y nada más
porque el cielo ya está de nuevo torvo
y sin estrellas
con helicóptero y sin dios